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Indefectibles, y benditos, preludios

La Semana Santa, desde donde la vemos tantos, se alimenta de un preludio. De señales visuales, pictóricas, olorosas, intangibles…y hasta cabría decir hormonales. Podría ser esta última una afirmación peregrina, un dislate en un tiempo propicio para perder la cordura. O tal vez sea la más certera.

Si hacemos una introspección, es decir, nos miramos con franqueza el alma, veremos en ella una transformación, el cuerpo comienza a reaccionar distinto ante los estímulos externos. De pronto, como si una tarea automática diera comienzo, los ojos se van al blanquiverde de los naranjos, un son de piel tibia comienza a golpearle en las sienes, con una pastilla incandescente se encuentra en la mano y siente su cuerpo más ligero, una primorosa primavera parece haber llegado a sus sentires. Está —cuando estos síntomas ebullen—acelerándose el ciclo. No está empezando, sino que es en estas fechas cuando se dispara hasta retornar a su estado de latencia unas semanas después de este punto. La finalización de este, que supone su única interrupción, no debe ser difícil adivinar donde queda programada.

El año pasado, en medio de esa vorágine de incertidumbre, miedo, dolor y angustia pudo quedar interrumpido, o no despertarse si quiera. Sin embargo, el presente año muestra signos de ser distinto. Al ser involuntario, algo intuirá el cuerpo mostrándose tan receptivo. No seré yo quien refrene su ímpetu. Lo que me preocupa es que se equivoque con su irrefrenable deseo y que, al ver que es imposible consumar, se decepcione llegado el momento. Más fiascos no, por favor. Aun así, la coyuntura no está como para rechazar los pocos estímulos benignos que se nos presentan. Ya veremos luego el precio.

Este preludio vigoroso. ¿Qué quiere que le diga?, me consuela. Me confirma que en las tabernas de mi alma se sigue hablando de cofradías. Tendrán restricciones horarias y recortes sentimentales, pero las tertulias retumban entre las barras, los cuadros y los gélidos grifos. Y el calor de las tabernas contagia el alma como ningún otro colectivo. ¿Otra cervecita?

No recuerdo qué pedí en el veinte veinte, si es que tuve un acceso pedigüeño. Pero este año sí, y pediré, solo, no siendo poco, que mi organismo no acuse esta inanición. Espero que se mantenga paciente y, aunque active sus mecanismos creyendo que vendrá una ingesta que no se producirá, no se resienta. Espero a los indefectibles preludios del veintidós, los de este ya me levantan del lecho cada mañana.