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Prendido en San Andrés

Es miércoles noche y en Sevilla una turba corre por el centro, parece que hacia San Andrés. El estrépito hiende la noche, que ya reposaba tranquila en el conticinio.  La intuición se confirma,  allí llegan, y dando luz con una antorcha alumbran a un hombre dócil con la cabeza gacha y que se encuentra delante de un olivo. Junto a él unos hombres que oponen inútilmente resistencia. Es prendido.

El reo no trata de desasirse, y solo habla para pedir que se calmen los que lo defienden, San Juan, San Pedro y Santiago, y para aseverar ante sus captores: “yo soy aquel a quienes habéis venido a prender”. Toda una lección, sobre todo para aquel que acompaña a los sayones y los soldados, ese bastardo de Judas.

Los vecinos de la calle Cuna, contigua al lugar donde se encontraba el tal Jesús, se despiertan y bajan a la calle, para en silencio presenciar la aciaga estampa, completada por la música de unas cornetas que suenan de júbilo, celebrando que en San Andrés han capturado al que llaman “el Mesías”.