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De San Basilio a San Gil: la primera historia de la hermandad de la Macarena 

El próximo martes 24 de noviembre se cumplen 425 años de la fundación de la hermandad de la Macarena. Una corporación que extendería el nombre de Sevilla junto con el suyo propio por todo el mundo. Una eclosión que llegó con el resurgir de la cofradía popular entre finales del siglo XIX y principios del XX. Conocemos sobradamente los nombres de aquella historia y los principales hechos de la corporación. Sin embargo, hubo una vida anterior a Rodríguez Ojeda, a las leyendas decimonónicas sobre relojes y gorros frigios e incluso a la singular fusión con la hermandad del Rosario. Una primera historia que empezó a escribirse hace más de cuatrocientos años.

Contexto Histórico 

La Sevilla que ve nacer a la hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza es la de finales del siglo XVI, en los últimos años del reinado de Felipe II, que llevó al Imperio Español a su máxima extensión. Sevilla fue la gran beneficiada del comercio con las colonias americanas, la «Reina del Grande Oceáno» que llegó a contar con casi 150.000 habitantes.

Esto provocó al mismo tiempo que la población de la ciudad fuese muy heterogénea. En el apartado religioso, el Concilio de Trento impulsó el culto público y la fundación de hermandades de penitencia que contribuyeron a dar forma a la Semana Santa, una fiesta que tomaría el molde definitivo con el Barroco pero que ya entonces se alejaba de los confusos orígenes medievales.

La fundación de la hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza 

Como se ha señalado anteriormente, la población de Sevilla en el siglo XVI era muy heterogénea. La zona norte de la ciudad, un barrio formado por dos idénticas collaciones, San Gil y Omnium Sanctorum, estaba compuesta básicamente por hortelanos y comerciantes del mercado de la Feria, de un extracto social humilde. En consecuencia, la asistencia a enfermos y la atención a los pobres y habitantes de esta zona va a concentrar los esfuerzos de la comunidad de monjes basilios, que llegó a la ciudad en la segunda mitad de siglo, asentada en el convento de la calle Relator.

Con esta intención, la Orden de San Basilio se apoyó en la hermandad de las Cinco Llagas y Santa Cruz en Jerusalén, la actual hermandad del Silencio, constituida en la parroquia de Omnium Sanctorum y cuyas primeras reglas se aprobaron en 1564, probablemente con la participación del padre Hernando de la Cruz, monje basilio. Esta hermandad prestaba asistencia hospitalaria en la zona. Sin embargo, el traslado de la cofradía a la calle Rioja en 1571 y la reducción de hospitales promulgada por el arzobispo Rodrigo de Castro en 1586 agravó la situación en ambas collaciones, quedando toda la actividad concentrada en el Hospital de las Cinco Llagas. Es entonces cuando fray Hernando de la Cruz y los basilios recurren a la nueva hermandad que en 1587 se asienta en Omnium Sanctorum, la de la Humildad y Paciencia.

Sin embargo, parece que ser que la corporación no supo adaptarse a las exigencias de la comunidad, no estando obligada por sus reglas a seguir las directrices de la misma, otorgando preferencia a la cuestión penitencial antes que a la hospitalaria. Esto provoca que los monjes tomen la decisión definitiva de fundar una hermandad cuyas normas sigan las de la Orden. Para ello contaron con el apoyo de los hortelanos de la zona, consiguiéndose licencia para fundar una hermandad con el nombre de Nuestra Señora de la Esperanza en 1590.

Así, las primeras reglas de la hermandad, muy parecidas a las del Silencio, fueron presentadas el 23 de noviembre de 1595, junto con un informe con el visto bueno de fray Hernando de la Cruz, y aprobadas un día más tarde por el Arzobispado de la ciudad. En ellas se recogía el carácter hospitalario de la corporación, asistiendo a los enfermos, practicando la caridad entre sus hermanos, de modesta condición, y el ejercicio interno de la penitencia, no contemplándose en un primer momento el culto externo.

Unión y desencuentro con la cofradía de la Humildad y Paciencia 

La hermandad de la Esperanza inició el siglo XVII, siglo de decadencia política y de esplendor cultural, cumpliendo los fines por los que había sido fundada pero con el anhelo de realizar estación de penitencia. Así, en 1615 se solicitó licencia para procesionar en la mañana del Viernes Santo a la Catedral, solicitud que fue rechazada. En cambio, se dio permiso a la hermandad de integrarse en el cortejo de la cofradía de la Humildad y Paciencia, asentada ya en ese momento en San Basilio.

Durante varios años, los miembros de la cofradía de la Esperanza desfilaron en la procesión del Cristo de la Humildad, distinguiéndose los cofrades de la primera por llevar túnicas y estandartes propios, con un crucifijo en sus manos y un escapulario en el cuello. Se estableció así cierta dependencia con la cofradía de la Humildad y Paciencia, fusionada años atrás con la de la Sagrada Cena, ya que el Arzobispado de Sevilla no tenía a la hermandad de la Esperanza reconocida en la nómina como hermandad  de sangre o de disciplinantes. Esto explica que la cofradía de la Esperanza se salve de la reducción de hermandades de este tipo en 1623, reducción que se realizó con el fin de controlar la proliferación de hermandades y las procesiones de Semana Santa.

Paradójicamente, en este contexto, la cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza consigue la aprobación como hermandad penitencial en 1624. Se cree que esto vino motivado por el creciente número de hermanos de la corporación, que superaba los trescientos. En la tarde del Viernes Santo de ese año, la cofradía realizaba su primera estación de penitencia, pasando en 1629 a hacerlo en la madrugada de esa jornada, detrás del Silencio. La hermandad procesionaba con una Virgen de la Esperanza, que la mayor parte de los expertos no consideran la actual, y el Crucificado de la Salvación, obra de Pedro Nieto, desaparecido en el incendio de San Gil la noche del 18 de julio de 1936.

La aprobación de la cofradía de la Esperanza como hermandad de penitencia generó un desencuentro con la de la Humildad, que se había visto obligada a una nueva fusión con la hermandad de la Columna y Azotes, y que presentó un recurso, que no prosperó, para impedir la salida procesional de la hermandad de la Esperanza.

El traslado a San Gil y la llegada de una nueva advocación 

La epidemia de peste que sufrió la ciudad en 1649 acabó con la vida de casi 60.000 personas, siendo la zona de San Gil y la calle Feria una de las más afectadas. En 1652  los habitantes de estas collaciones protagonizan una revuelta en protesta por la escasez de alimentos y los abusos de poder, con la participación de los monjes basilios.

Se señala este hecho como el detonante para que la cofradía de la Esperanza buscara otra sede, evitando ser relacionada con las actuaciones de la Orden. Sin embargo, no parece muy probable que esta sea la causa definitiva ya que las buenas relaciones con la comunidad de los basilios se mantuvieron en el tiempo. Se cree que el traslado a la parroquia de San Gil en el año 1653 se debe a la creciente influencia de los hortelanos cercanos a la muralla, el colectivo mayoritario en la nómina de miembros de la hermandad.

A este importante cambio, la hermandad no se movería de San Gil hasta que el mencionado incendio de 1936 la obligó a trasladarse a la Anunciación, se añadió en 1654 otro hecho trascendental: una reforma de las reglas con un añadido de cinco capítulos, en el primero de los cuales se señalaba “que de hoy en adelante se intitule la dicha cofradía de la Sentencia de muerte que dieron a Christo Nuestro Redemptor y Nuestra Señora de la Esperanza”. Se incorporaba así un nuevo titular, el Señor de la Sentencia.

Esta incorporación motivó que la hermandad llegara a procesionar con tres pasos en su cortejo, apareciendo ya la primera centuria romana acompañando a un misterio ejecutado supuestamente por Felipe Morales Nieto, del que solo parece conservarse, aunque muy transformado, el Señor de la Sentencia.

Estos datos nos permiten afirmar que la hermandad, en una época convulsa para gran parte de la población sevillana, vivía un momento de bonanza económica. Así, el paso de misterio se reformó sucesivamente en 1670 y 1681, igual que el paso de palio, que estrenó varales de plata en 1659 y 1690. Además, en el año 1670 la hermandad había obtenido la escritura de propiedad de la capilla bautismal de San Gil. Las obras de la estancia culminaron en 1691. En esos años la hermandad también construyó un almacén para guardar los pasos frente a la parroquia, en un solar cedido por la comunidad de monjes basilios, lo cual constata la buena relación existente entre la corporación y la Orden que había promovido su fundación.

El eterno enigma: ¿Cuándo llegó la Virgen de la Esperanza? 

Ante esta primera historia de la hermandad de la Macarena, de la que llegamos a conocer detalles tan exactos, hay un enigma que permanece inalterable. ¿En qué momento llegó la imagen de la Virgen de la Esperanza? Lo cierto es que se desconoce aún el instante exacto en que la cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza adquirió a la Dolorosa. Los rasgos peculiares de su talla, que la hacen distinta a otras obras de la misma época, junto a la ausencia de documentación, hacen difícil su atribución. Los expertos se mueven en una amplia horquilla que va desde Juan de Mesa a principios de siglo XVII hasta Hita del Castillo, en el siglo XVIII.

La mayoría de los expertos actuales la sitúan en la segunda mitad del siglo XVII, coincidiendo con ese esplendor económico y patrimonial que la cofradía alcanza con el traslado a San Gil. Lo cierto es que el nombre de la Esperanza ya circulaba por la Macarena antes incluso de que llegara la imagen destinada a convertirse en el epicentro devocional de la ciudad, en una de las grandes advocaciones del Universo mariano y en un auténtico referente en la extensión y consolidación de ciertos cánones cofrades. Tal vez por eso, y siguiendo a Rodríguez Buzón, los ángeles decidieron bajarla de una vez por todas a Sevilla. Porque el pueblo necesitaba ponerle rostro al nombre de la Esperanza.

 

 

Bibliografía y fuentes consultadas 

-JIMÉNEZ SAMPEDRO, Rafael. “Hermandad de la Macarena” en VV.AA, Misterios de Sevilla, T.II, Ediciones Tartessos, Sevilla, 2.003.

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco, Historia de Sevilla, Signatura Ediciones, Sevilla, 2006.

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco. ROLDÁN, Manuel Jesús. Historia general de la Semana Santa de Sevilla, Editorial el paseo, 2019.

ROLDÁN SALGUEIRO, Manuel Jesús. Esperanza Macarena, Almuzara, Córdoba, 2014.

-VARIOS AUTORES. Esperanza Macarena en el XXV Aniversario de su Coronación Canónica, Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1989.