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Un Corpus diferente pero lleno de sentido

Cuando meses atrás comenzábamos este tiempo de confinamiento, todavía éramos lo suficientemente ingenuos (o inconscientes) como para pensar que quizá pudiéramos celebrar las procesiones de Semana Santa. Poco después, la realidad se impuso valiéndose de su cara más triste y amarga. Según avanzaban las semanas de la Cuaresma, fuimos viendo como el número de enfermos y difuntos iba creciendo, junto con el dolor de sus familias. El alborear del Domingo de Resurrección nos trajo consuelo desde la fe en Cristo Resucitado, pero no se vio acompañado de una remisión de la pandemia. Con todo, muchos pensábamos que cincuenta días después podríamos celebrar el Lunes de Pentecostés, dándole gracias a la Blanca Paloma por habernos cuidado y sostenido durante el confinamiento. Sin embargo, el Rocío pasó, y se vivió desde la fe de la intimidad de los hogares, en los que no faltó la devoción y el cariño a la Madre de Dios.

Y así, estrenando fases de desescalada, entramos en el Tiempo Ordinario, y llegamos a las puertas de la fiesta del Corpus Christi, una de las grandes solemnidades para el pueblo cristiano en general y para el cofrade en particular. Pero, a diferencia de meses anteriores, esta vez enfrentamos el Corpus habiendo perdido la ingenuidad y sabiendo que se tratará de una fiesta muy diferente a la vivida otros años, puesto que esa anhelada “nueva normalidad” no acaba de llegar ni de manifestarse. El tiempo pasa muy deprisa, pese a que estos últimos meses se hayan hecho largos, pesados y hayan estado marcados por la enfermedad, la muerte y el miedo. Estoy seguro de que, si a mediados de marzo alguien nos hubiera dicho que llegaría junio y no podríamos acompañar por las calles a Jesús Sacramentado, hubiéramos pensado que exageraba. Pero, lo cierto es que este año el Corpus Christi la procesión va a ir también por dentro, sin que muchos de nosotros podamos participar físicamente en ella.

A pesar de todo, al igual que ha ocurrido con las solemnidades religiosas a lo largo de la pandemia, este año sí que habrá Corpus Christi. Es verdad que el Santísimo no saldrá en su paso como otras veces, ni se alfombrarán las calles con tomillo, cantueso y romero, ni se acudirá corporativamente ante él, ni se levantarán altares, pero el Corpus se celebrará. Y es que, no podemos olvidar que, aunque Jesús Sacramentado no pueda salir a la calle cuando llegue este Jueves que reluce más que el sol, lo cierto es que ya lo hizo cuando el mundo se encontraba sumido en la más angustiosa tiniebla. No hay más que pensar en que, durante los días del confinamiento fueron muchos los sacerdotes que salieron a las calles, a las puertas de las iglesias o a los balcones portando el Santísimo Sacramento en la custodia para bendecir y consolar a aquellos que no podían salir de casa. Sin duda, los cristianos no podremos olvidar aquella bendición Urbi et Orbi en la que el Papa Francisco, bajo un cielo lluvioso, bendijo al mundo entero con la Eucaristía mientras sonaban las campanas y sirenas de la Ciudad Eterna. Por tanto, aunque Cristo no pueda salir a las calles ahora, lo cierto es que salió cuando más lo necesitábamos.

Pero, no podemos olvidar que el Corpus no es solo el día de la Misa y la Procesión, igual que nuestras hermandades no son únicamente su salida procesional. Puesto que, como se sabe, el día del Corpus es el día de la Caridad, ya que Cristo en la Última Cena ligó para siempre la fracción del pan con el lavatorio de los pies. Por ello, creo que este año, la fiesta del Corpus debería ser más caritativa que nunca, ya que hay muchas familias a nuestro alrededor a las que les falta ese “pan nuestro de cada día” y acuden a nuestras parroquias, centros y hermandades a pedirlo. De este modo, en este día del Corpus, debemos seguir demostrando lo que hemos ya proclamado ante el mundo desde que comenzara esta pandemia: que las hermandades y cofradías son agrupaciones de cristianos, miembros de la Iglesia que no se desentienden de las necesidades de sus hermanos, ni viven el culto a Dios de una manera vacía. Sino que más bien, se preocupan de que a nadie le falte lo necesario para su sustento y así todos puedan vivir con la dignidad de los hijos de Dios.

 

Así que, pese a que de momento no podamos celebrar grandes cultos ni salir en procesiones por la calle, lo que sí que podemos hacer es seguir viviendo nuestra hermandad y nuestra fraternidad entre nosotros mismos y con aquellos que más lo necesitan, pese a que no los conozcamos o no vayan a darnos las gracias por ello. Este año, el “Dios está aquí” se ha desplazado hacia los últimos, hacia aquellos que pasan necesidad, y desde ellos, Cristo nos llama a hacer lo que haríamos con Él y vivir así un Corpus diferente, pero a la vez lleno de sentido.