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Sentir sin ver

Cuenta el Evangelio de San Juan que Tomás, incrédulo ante la Resurrección del Redentor, dijo: “si no veo en sus manos las llagas de los clavos, y no pongo el dedo en la llaga de los clavos y mi mano en el costado, no lo creeré”. Este pasaje puede servirnos hoy para la situación que nos atrapa. Aunque el sol está fuera y el almanaque dice que es Sábado de Pasión, no habrá cofradías en la calle. Pero, esa incredulidad del apóstol Tomás nos puede ayudar. No hacen falta cofradías en la calle para que sea o no sea Sábado de Pasión, no hace falta ver para sentir.

Y entre la tristeza que los que hoy no podrán ver a sus titulares en la calle, y la preocupación por la grave realidad que vivimos, cabe algo enorme, tan grande que no se ve: la fe.  Una fe que es el hilo conductor que  hace que hoy  nos sintamos así, toda la culpa es de ella. Porque ella nos hace creer en Dios  Padre, nos permite ver al Dios Hijo a través de las sagradas imágenes. La fe es lo que necesitaba Tomás, creer sin ver, sentir sin ver, y nosotros ahora empezamos a comprenderlo.

No veremos a La Milagrosa visitando San Juan de Dios, ¡con la falta que hace la esperanza del Señor en los hospitales!, ni al Cautivo de Torreblanca o al Nazareno del Divino Perdón, que acompañados por la Virgen de los Dolores y la Purísima Concepción hacen una catequesis en aquellas zonas desfavorecidas de la ciudad. Tampoco irá la efervescente agrupación parroquial de San Jerónimo hasta la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, adonde hace estación de penitencia. A la Salud y Clemencia que nos brinda Padre Pío nos aferramos estos días, para que su Divina Gracia acabe con la pandemia y aprendamos una valiosa lección.

Tampoco irá San José Obrero hasta el Santuario de los Gitanos, donde convergen las dos Hermandades del que escribe, y aunque hablaba al principio del dedo en la llaga, no lo hundiré yo porque en vez de sangre puede que salga sal,  la que lleva consigo una lágrima amarga. Es hoy un día para vivir el Sábado de Pasión desde casa pero en la calle, con la memoria caliente por el recuerdo de otros años y acompañando a los que hoy sí pueden salir a la calle, que nos ayudan en lo terrenal y los que no salen hoy nos dan fuerza en lo divino.