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De Triana a La Calzada. La Virgen de la Encarnación, una devoción histórica

La hermandad de San Benito se encuentra celebrando estos días el XXV Aniversario de la Coronación Canónica de su Dolorosa, la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación, una advocación que cuenta con casi cinco siglos de historia, siendo una de las devociones más antiguas de la hermandad.

 

La cofradía de la Cava: orígenes, esplendor y ocaso

En el año 1554 se aprueban las primeras reglas de la hermandad del Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora de la Encarnación, impulsada por un grupo de devotos carpinteros de la ribera o calafates de Triana, y que tomará por sede canónica el monasterio de la Victoria. Allí, los frailes de la Orden de los mínimos cedieron una capilla a la nueva corporación para celebrar, entre otros cultos, el de la Encarnación.

 Pronto esta hermandad, con un Crucificado tallado por Francisco de Vega y policromado por Pedro Jiménez, adquiere un solar propio en la vieja Cava de Triana y allí establece una casa hospital, con lo que aumenta su proyección asistencial. Allí también se levantará una capilla donde residirá una imagen gloriosa de la Virgen con el nombre de Nuestra Señora de la Encarnación, atribuida a Juan Bautista Vázquez El Viejo.

 Fue tanto el peso de la Cofradía de la Encarnación que en 1587, ante el decreto del Cardenal Rodrigo de Castro que pretendía reducir los hospitales en la ciudad, sus hermanos defendieron el derecho a mantener el que era de su propiedad, amparándose en la necesaria labor asistencial en la zona, así como en los cultos que se realizaban en la capilla, entre los que destacaban los del mes de marzo a la Virgen de la Encarnación.

La hermandad realizaba su Estación de Penitencia con el Crucificado el Jueves Santo a la Parroquia de Santa Ana y entre finales del siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII  experimenta un auge, ampliando sus propiedades y enriqueciendo su patrimonio.

En algún momento de este período se incorpora la Dolorosa que actualmente conocemos. Una imagen de candelero anónima fechada en el primer tercio del XVII por la mayoría de los investigadores, y que procesionará junto al Crucificado, saliendo el cortejo, desde 1634, en la tarde del Viernes Santo.

En el siglo XVIII, según cuenta Federico García de la Concha, en un libro de Cuentas se señala una intervención sobre la imagen de la Virgen sin dar apenas más detalles, así como se conoce parte del amplio ajuar que poseía a través de diversos inventarios. En el año 1762 se redactan nuevas reglas y se refuerza el culto mariano.

 Un momento importante es el Viernes Santo de 1845, cuando la cofradía cruza por vez primera el puente de barcas y procesiona a la Catedral hispalense. La Virgen lo hace bajo un palio de plata en cuyo techo se situaba una paloma, de ahí que la imagen se conociera como la Palomita de Triana, cariñoso apelativo que hoy en día se mantiene.

Pero el siglo XIX es un período de progresiva decadencia que se manifiesta en la última salida procesional desde el viejo arrabal en 1848, en la pérdida de actividad y en el frustrado intento de resurgir en 1868, justo cuando estalla La Gloriosa, cerrándose al culto y derruyéndose la capilla de la hermandad, cuyo patrimonio queda disgregado por diferentes templos de la ciudad y de la provincia.

El fugaz paso por Santa Ana

La Dolorosa de la Encarnación fue depositada y venerada en la Parroquia de Santa Ana, pero por poco tiempo. Un año después el párroco de San Roque, don Joaquín Fernández Venegas, que conocía bien la calidad de la imagen así como el sentimiento devocional que despertaba, escogía esta talla de entre las que le ofrecía el Arzobispado para que ocupase un retablo que había quedado sin culto en la Iglesia de San Benito. Fue así como la Palomita de Triana se despidió de su antiguo barrio para llegar a la Calzada en 1875.

 Punto de encuentro entre el pasado y el presente

En la primera década del siglo XX se producen intentos vanos de constituir una hermandad de penitencia, no siendo hasta 1921 cuando se aprueban las nuevas reglas de una corporación que procesionará el Martes Santo con la Virgen de la Encarnación y la nueva advocación de la Presentación al Pueblo de Nuestro Señor. En esas reglas, como señala García de la Concha, la hermandad hacía constar que surgía como fiel pervivencia de la trianera, aunque con la expresa renuncia a las anteriores pertenencias, salvo con la excepción de la Virgen de la Encarnación.

En 1922 la hermandad hace su primera Estación de Penitencia, procesionando la Virgen con un palio con enseres prestados de otras cofradías, estrenando los suyos propios en la salida del año 1930.

La riada de 1948 provocó graves daños en la hermandad, entre ellos en la talla mariana, que fue intervenida por Sebastián Santos Rojas. La otra gran intervención de la Dolorosa tiene lugar en 1984, cuando el recientemente fallecido José Rodríguez Rivero-Carrera le realiza un nuevo candelero.

En 1958 la hermandad adquiere el rango de Sacramental, asumiendo de esta forma el legado de la antigua corporación trianera que también rendía culto al Santísimo. Una recuperación que se consuma cuando en 1967 procesiona por vez primera el nuevo Cristo de la Sangre.

Observamos así que la popularidad de la hermandad de San Benito se consolida proporcionalmente a la devoción de la Virgen de la Encarnación, una imagen que une a la antigua hermandad trianera con la actual del barrio de la Calzada y que ha sido testigo de una historia a la que ha sobrevivido, hasta llegar a los días de su recordada Coronación Canónica. Se cumplen de aquello veinticinco años. Pero el nombre de la Encarnación en Sevilla se cuenta por siglos.

 

 

Fuentes:

-GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico “Hermandad de San Benito” en VV.AA, Misterios de Sevilla, Sevilla, Tartessos, 2003.

-hermandaddesanbenito.net