Blog

El arte de la fotografía

Hoy quiero hablar de fotografía, sin entender de ella. Hablo de un arte, porque así debe considerarse, que se ha ido desarrollando en los últimos dos centenarios. Un arte capaz de atrapar momentos, instantes, retener en unos píxeles un fragmento de vida. ¿Qué les puedo decir yo, si una imagen vale más que mil palabras?

Se han ido realizando avances, con el paso de los años las tecnologías han mejorado, y también los fotógrafos, que son capaces ahora de captar imágenes de gran dificultad como aéreas o acuáticas, impensables cuando aquel armatoste, una cámara oscura, vio la luz por primera vez. Una luz que es fundamental en la fotografía.

Tal es la magia de este arte que en nuestra mente guardamos imágenes de personas, momentos, recuerdos estáticos como si fotografías se trataran. La vida no se detiene, pero un flash hace que quede quieta un instante, para luego continuar.

Me reitero en el arte de la fotografía, porque de forma natural cruzó su camino con el de la Semana Santa. El captar la vida de las personas llegó también a nuestras tradiciones, como no podía ser de otra manera. Entonces, todavía sin saberlo, se encontraron dos artes en uno. Como si fueran dos personas que se cruzan por intervención del destino y jamás vuelven a separarse.

Tan estrecha es su relación por una sencilla razón, porque la Semana Santa son apenas segundos, son momentos que se van en un santiamén, son estampas que siempre quedan guardadas aunque brevísimas sean, porque si así no es, dígame cuánto dura ese instante en el que el corazón se encoje cuando ves llegar aquel palio o levantar aquel otro. Ese reflejo en un espejo que cuando parpadeas ya no está. Todos esos instantes que gracias a una fotografía se convierten en eternos.

En este arte, como en todos, la técnica debe ser importante, bueno no debe, lo es. Pero yo sin entender te digo qué foto me gusta o no me gusta. Porque detrás de cada una hay un trabajo y una gran dedicación, pero a los ojos de todos llega una percepción, una sensación y nos puede producir un sentimiento más o menos profundo, pero de eso se trata, de remover las entrañas del sentido captando ese instante con un click.

Esos nazarenos iluminando una calle con sus cirios, una dolorosa con la candelaria encendida brillándole el rostro o un niño atónito ante el señor crucificado. Sin esas personas todo esto no podría ser admirado a los ojos de quién en la fotografía un arte, precioso y necesario. Sin la fotografía no tendría razón de ser Cinturón de Esparto.

Ese suave golpe que sella por siempre el momento, como si fuese un capataz tocando un llamador. Ese toque que guarda para siempre lo que el objetivo ha juzgado bello de retratar y de compartir con los demás, porque también es eso la fotografía, regalar sin pedir nada a cambio lo que quien detrás de ese aparato siente por dentro.

  David Rodríguez Quintana