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La Virgen María en palabras de Jerez

La Virgen, medialuna rota con aires de Génova en sus ojos sin destino, esperaba sobre la orilla del presbiterio el cante único de una tierra que ya es suya. Al frente, su legión: hermanos, jóvenes, devotos y vecinos. A sus espaldas, la espalda de los rezos y la cruz de las promesas. Siempre atento, siempre vivo y dispuesto.

Subió, entonces, al atril, Santiago Bellido, compañero y amigo de esta casa para orar a María ante María misma, en nombre de todas. Y la mente de Santiago voló, tras la presentación sentida y profunda por parte de su amigo Javier, hacia el corazón de quien basa su eje vital en la Madre de Dios.
Tras un breve recuerdo a la Virgen de Guadalupe, real y primitiva devoción de nuestra tierra, fueron tremendamente celebrados los versos a la Merced, Patrona de la ciudad de Jerez de la Frontera, sumida en un difícil olvido y sin el reconocimiento que merece una imagen ligada a todos los jerezanos desde el primer momento de su existencia.

Cuando el sentimiento entra en escena, las métricas y los cánones quedan en un segundo plano. Entonces llegó la Virgen del Carmen, que ocupa un lugar primordial en el alma de Santi, cuyos latidos van de Domingo de Ramos a 16 de julio y los besos de abuela. El pregón ganaba en vitalidad, en fuerza y en intensidad. Fue entonces cuando José Carlos Gutiérrez, artista polifacético, comenzó a deslizar sus dedos por las teclas entonando diversas composiciones dedicadas a la Esperanza (Triana de Esperanza, Esperanza Macarena, Esperanza de la Yedra…). Entretanto, Santiago acompañaba con versos de carácter universal las melodías que se perdían por los muros del Santuario de San Lucas.

Para cerrar la noche y la oración, no podían faltar versos a la imagen que se ha apoderado por completo de la cordura sentimental de Santiago y que ha ocupado un lugar referencial en su día a día: la Virgen del Valle, puesto que “no hay belleza exacta” a la de su cara.
El reloj ya había sobrepasado la hora desde que el pregonero comenzó a disertar su amor por María, y la Virgen de los Dolores, casi desentendida y pensando en su desgracia, pareció sonreír con donaire y dulzura al saber que Santiago Bellido estará a sus plantas cuando llegue la hora de recibirle con los brazos abiertos, allá en el cielo claro y luminoso de Jerez de la Frontera.