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‘Pañuelo de mar lejana’ Poema a la Virgen de la Salud

Pañuelo de mar lejana

Al oeste de la vista,

del mapa inabarcable,

nace un sol de mediodía.

Donde nunca llegó el hombre,

llegó la valentía.

 

Bajas las casas,

como una caricia de luz,

se saludan las vecinas.

Naranjos rayando al horizonte,

y abrazando el blanco de su esquina.

 

Los niños de la plaza,

un Sorolla sin orilla,

alma de su fortuna.

¡Qué cerca la azucena,

qué cerca la marisma!

¡Tan cerca como ninguna!

 

Trazadas con clavellinas,

Un balcón esculpe sombras,

Sobre la cal de la capilla.

 

Dos dientes de azahares,

Se posan en sus mejillas

¡son las lágrimas del barrio

Anunciando la despedida!

 

Los abuelos de Triana,

Cara a cara con la suerte

Descuentan las horas últimas,

Y poder volver a verte

 

En la vértebra del puente,

Rosa de nácar herido,

Lleva en la mano a su gente,

Y en su pecho el Giraldillo

 

Azul limpio

sobre el lienzo de la ribera,

firme y líquido

como el agua quieta.

 

Espejo de mi niñez,

En aquellos lunes claros,

se reunía por tu nombre

la sangre de mi pasado.

 

Mariposilla blanca encendida,

revoloteando por los arenales,

¡de fiesta el clavel, los Montoya!,

al compás de su donaire

¡Vuelve a parar el tranvía,

En el centro de su barrio

Y truena como nunca,

El bullicio del mercado!

 

Se corona de azahares,

Tu misterio adolescente,

¡Y el centro mismo eres tú!

Danos tu mano y vente,

Lucero de los altares,

Y fuente de la Salud.

 

(Fotografía José Campaña)