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Las devociones de Cádiz en el Vía Crucis Diocesano

Cádiz canta y se canta sola. A veces no necesita poetas, ni letristas, ni gargantas. Todo en ella compone, grita, silencia y colorea. Cuando uno pasea por sus calles percibe una sensación de encapsulamiento, de tener todo un cielo bajo el mismo nombre. La luz en Cádiz nace del mar, de sus entrañas, y las fachadas y balcones reflejan con ligereza y casi debilidad el blanco casi palpable de su atmósfera. La gente, curtida por el trabajo y el sol, jamás se detienen en sus labores diarias: tres mil años no se mantienen solos.

Pero Cádiz es muy distinto. Como todas las ciudades. Y fuera de esa burbuja salada y limpia hay mucha variedad y riqueza. Quedó demostrado el pasado 7 de julio en las calles de la Tacita de Plata, escenario elegido para realizar un Vía Crucis Magno con motivo de los 750 años del traslado de la diócesis de Medina a Cádiz. Participaron un total de 16 pasos de la diócesis gaditana. Algeciras, Chiclana, San Fernando, La Línea, Conil, Puerto Real, San Roque y Medina Sidonia fueron las localidades que trasladaron a sus imágenes a la capital. Ocho templos de la ciudad acogieron a las devociones de la provincia: Santiago, Santa Cruz, San Francisco, San Lorenzo, San Agustín, San Antonio, El Carmen y Santo Domingo. Toda esta amalgama de pasos proporcionó visiones distintas a la hora de cargar los pasos: los propios cargadores gaditanos a horquilla, varales, a costal…

A las cinco y media salía el misterio del Prendimiento, pero no fue hasta las ocho y media cuando comenzaron a procesionar las imágenes del centro. Las últimas horas de la tarde dejaron imágenes únicas, como el paso de la Oración en el Huerto con el mar de fondo, algo muy propio de la ciudad de Cádiz. El recorrido oficial terminaba en la Catedral y, como era de esperar, no se vendieron todas las localidades dispuestas en dicho tramo. Las imágenes, que no llevaron acompañamiento musical durante el trayecto oficial, desfilaron según el orden del rezo de las estaciones del Vía Crucis.

El público, mayoritariamente foráneo (da buena cuenta que las cofradías no son el principal atractivo de la ciudad gaditana, aunque hay grandes cofrades) disfrutó de una jornada calurosa hasta bien entrada la madrugada. El Vía Crucis acumuló casi una hora de retraso, que se acentuó notablemente en la calle San Francisco, donde hasta cinco pasos (Humildad y Paciencia de Cádiz, Perdón de Chiclana, Vera Cruz de Puerto Real, Buena Muerte de Cádiz, y Santo Entierro de Conil)se encontraban a escasos metros de distancia. Los cortejos, compuestos por hermanos con cirio, no superaban los cincuenta integrantes de media.

Los asistentes pudieron disfrutar de imágenes pertenecientes a muy distintas épocas de la historia de la imaginería, desde el nazareno de Medina Sidonia (siglo XVII, que portaba una túnica decimonónica de maravillosa factura) hasta el Cristo del Perdón de Chiclana, realizado en 2015. El Cristo de la Buena Muerte, obra atribuida al círculo de Montañés, si bien no lució tanto por la presencia de música y la abundancia de luz artificial, provocó silencio y sobrecogimiento en los espectadores.

En el apartado musical, participaron formaciones de alto nivel y de diferentes estilos. Aunque nuevamente se difundieron fotografías que denigran el sentido religioso del evento, de nada tienen culpa las bandas. Rosario de Cádiz, nuevamente, levantó ovaciones tras cada marcha acompañando al misterio de la Columna, que portó una imagen de San Pedro para representar el pasaje de las Negaciones. También estuvieron presentes las agrupaciones musicales (Polillas tras Medinaceli de Algeciras) y la banda de música del Maestro Dueñas puso sus sones tras el soberbio conjunto de la Virgen de los Dolores, único palio que procesionó en la jornada del siete de julio. Muchísimas personas se congregaron ante la imagen de San Lorenzo que, con toda la candelería encendida, rompió la oscuridad de la noche veraniega e hizo las delicias de todos los cofrades mientras sonaban Mater Mea o Tus dolores son mis penas, entre otras composiciones de corte fúnebre.

Alrededor de las cuatro de la mañana realizó su entrada el último de los pasos, ya con las calles despejadas (y tremendamente sucias, todo sea dicho, sobre todo en las zonas con gran presencia de bares y restaurantes). Sorprendió la multitud que acompañaba al Gran Poder de la Línea de la Concepción, quizás la imagen que más fieles congregó de su propia localidad, dato a tener en cuenta. No se puede negar, ni mucho menos, la implicación de todas las hermandades participantes, que se dejaron la piel en una fecha histórica para la fe gaditana.

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