Ya espera Sevilla, callada, impaciente, como unas gotas que caen aunque despacio pero incesantes, de esas que nada nos gustan. Ya se acerca, ya está el camino despejado, Baltasar ya se fue, y sin más fiestas en Sevilla, ya llega la nuestra, la que perdura todo el año dentro de nosotros como la ilusión de un niño en el día de reyes.
Se acorta esa espera, la cuaresma asoma pidiendo a gritos que la dejen llegar a su sitio. Reclama su lugar, igual que el que espera la llegada de la Cofradía, sin importar el tiempo porque una vez que llega se para el reloj. Un reloj que ahora corre rápidamente hacia delante aunque podría correr un poquito más, y que se acabe pronto la espera.
Pero antes de que se acabe esa espera, quedan igualás, ensayos, cultos, convivencias que no hacen sino avivar esa llama que ya prende con fuerza y que ni la amenaza del agua puede parar, nadie detiene el torrente de fe, devoción, cariño, sentimiento y un pueblo que un año más espera tachando días al almanaque, nervioso.
Sevilla lo sabe pues es vieja, y todavía espera durmiendo para despertar en primavera donde esta ciudad termina su espera.
(Fotografía portada Victor González/Vídeo Miguel Ángel Vilas)
