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Rozando el cielo con las manos

Cada día más se les da mayor solemnidad e importancia a los cultos internos de las hermandades y Cofradías de nuestras ciudades y pueblos. En Sevilla, podemos encontrar casi a diario a lo largo y ancho de toda la cuaresma alguna hermandad celebrando cultos a sus amantísimos titulares.

Sería imposible resumir todas las hermandades en estas sencillas palabras, pero haremos un breve resumen por los altares que más han impactado al público sevillano este año y algunos que son tradicionales pero que sin ellos no sería lo mismo.

Empezamos y terminamos el año con Él. Con el Señor, Jesús del Gran Poder. Venimos a la casa del Señor. Donde Él nos espera todos los días. En especial en la primera semana del año, donde se celebra su quinario.

Con la túnica Persa que bordara Rodríguez Ojeda, a Jesús del Gran Poder apenas le hace falta algo para engrandecer más si cabe sus solemnes cultos.

Alrededor de un centenar de cirios blancos colocados a distintas alturas y con su tradicional clavel rojo, exornaron el altar de quinario del Señor de Sevilla. Como siempre lo escoltan en el retablo su Madre, María Santísima del Mayor Dolor y San Juan Evangelista que presentaban en sus pies unos sencillos ramos de claveles blancos para la Virgen y rojos para el discípulo amado.

No nos movemos de la Plaza de San Lorenzo, allí en el templo parroquial del Santo Mártir la priostía de la hermandad de la Soledad de San Lorenzo cada año se supera.

Más de 260 puntos de luz colocaron en el altar de quinario de su titular. Aunque el diseño sigue siendo el mismo año tras año varía el exorno floral y la distribución de la cera.

Nos trasladamos a la Iglesia de San Gregorio donde acogió como cada año el quinario y función principal en honor al Santísimo Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro, en su habitual altar en el centro de la parroquia, la talla de Juan de Mesa, que preside el templo. Se observaron diversos elementos que embellecieron aún más si cabe este altar realzando la solemnidad del quinario en honor al Señor Yacente.

Observémoslo detalle a detalle porque no tiene desperdicio.

Encima de los respiraderos del antiguo paso del Señor se colocaron a diferentes alturas candelabros plateados con cirios rojos. Dos candelabros del actual paso del Señor Yacente escoltaban el Sagrario.

El exorno floral del altar se basaba en dos jarras plateadas con flores moradas, que también estaban en un friso bajo la Urna y en dos centros a ambos lados del sagrario. Rematando el altar dos cortinajes con el escudo de la hermandad.

Casi rozando el cielo en la Parroquia de San Antonio de Padua, la hermandad del Santísimo Cristo del Buen Fin alcanzó este año en número las velas de la Soledad de San Lorenzo. Un altar de quinario que representó el “stabat mater” el Cristo del Buen Fin con la Virgen de la Palma a sus pies.

Seis jarras con claveles rojos y un pequeño centro de clavales blancos símbolo de pureza bajo los pies de la Santísima Virgen bastaron para exornar este impresionante altar, en el que la hermandad da lo máximo de si superándose cada año, sublime.

Barrio de San Gil, basílica donde vive la Esperanza. A los pies de su madre, el hijo de la Macarena, como este humilde servidor llama cariñosamente al hijo de la Madre de Dios, fue colocado en el centro del altar bajo el retablo mayor y tras el presbiterio. Un frente de altar que incorpora las principales piezas del antiguo paso del Señor, unos módulos neobarrocos que se integran a la perfección con un retablo.

Altar de quinario que sirvió también para su tradicional besapies en el primer viernes del mes.

Con una disposición de la cera en forma de tríos, colocados de forma que no ahogasen el conjunto y fuera la imagen del Señor de la Sentencia la que destacara en el mismo. El exorno floral constaba de jarras de plata con flores en tonalidades púrpuras y moradas con leves toques violetas.

Que mejor fondo como dosel que el retablo mayor de la Colegiata del Divino Salvador de Sevilla para rematar un altar que se podía ver los 360 grados. En el centro del presbiterio, el crucificado de Juan de Mesa.

La hermandad del Amor realizó un particular altar, sencillo y austero pero no exento de originalidad que quedará en los anales de la historia. Con un monte de flores silvestres hacían de calvario para que la imagen del Santísimo Cristo del Amor alcanzara una gran altura. Cuatro hachones con cera tiniebla a sus lados y tras el señor, en los pies de la cruz el Pelícano dando de comer a sus crías, símbolo del amor.

Altar exquisito para los más amantes del arte, pues no todos los días pueden observarse grandes obras de esta índole tan cerca.

Cada vez son más grandes los altares dedicados a nuestros sagrados titulares, verdaderas obras de arte del mundo cofradiero que nos hacen cada vez más rozar el cielo con las manos.