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Amargura, 63 años coronada, siglos de misterio

Arde el corazón cosido

en el abrigo de la noche temprana.

Dios vertió sus tintas últimas

por las laderas agónicas del cielo.

 

Los ojos se deslizan

por el universo asaltante de las calles,

frías bajo la sábana frágil de la escarcha.

Tras una puerta pobre anida

un avispero gracioso de tocas blancas.

Prontos nosotros a la gloria, al mérito y al aplauso,

y remotísimo el ejemplo predicado.

Un espíritu de culpa parece querer alojarse

en el podrido y ajado abismo de nuestro costado.

 

¿Quizás por ello se nos aparten

Tus ojos místicos, vencidos en la tierra infecta?

¿A qué siempre tus pupilas sin nadie,

Sin cruce y desentendidas?

Bajo la frente triste y dorada,

Hierven también sus pensamientos.

Rechaza la oscurísima melena

las cascadas inmensas de los hilos.

 

El ciclón noble de tus encantos

Agita la sangre alterada.

¡Atrae tus preguntas calladas

Hasta la indecisión de mis pasos!

 

Parálisis completa, tu arrebato,

Perforando mi pecho tu vaivén.

Templada caricia del perfil,

Arquean tus manos un abrazo.

Tus labios picoteando ya mi espalda

Desandando la vida por tu boca.

Mi final perdido en tu Amargura,

Y en el ahora hiriente de tus cosas.