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Crónica del año 2021: vivido y contado

Vivir para contarla. Le tomaba prestado a Gabriel García Márquez el título de su obra autobiográfica para titular a su vez la Crónica que hace justo un año escribía en estas mismas líneas. El año 2020 había sido devastador, con una Semana Santa sin cofradías y sin cofrades en la calle, en un confinamiento de aplausos  a los sanitarios y a la policía que dejaba ramos de flores en las puertas de los templos. Un 2020 que fue encadenando decisiones históricas hasta llegar a un diciembre que nos lanzaba la estocada final, esperada pero no por ello menos dolorosa, de la suspensión de las procesiones de Semana Santa de 2021.

En aquellos mismos días que se conoció la noticia, las primeras vacunas comenzaban a inyectarse y los cofrades tomábamos esperanzas, como el resto de la ciudadanía, en empezar a ver la luz al final de un túnel cuyo tránsito se hacía ya demasiado agotador. Efectivamente, 2021 ha sido un año de transición. Aunque tardaron en llegar, y lo hicieron con mascarillas y otras condiciones, las procesiones regresaron a Sevilla en el mes de septiembre y la ciudad disfrutó desde entonces de diversas manifestaciones de fe, destacando en mayúsculas un nombre propio: Gran Poder.

El Señor en los Tres Barrios: un ejemplo por y para Sevilla.  

Si se tuvieran que plasmar aquí todas las emociones y sensaciones que provocó el Gran Poder en los sucesivos traslados de la Misión Evangelizadora, así como en el tiempo de estancia que se mantuvo en las Parroquias de los barrios que lo acogieron, tendríamos que escribir varias crónicas extensas y aun así no alcanzaríamos a hacer justicia a todo lo que sintió la ciudad en aquellas semanas donde Dios caminó por esa Sevilla que Sevilla misma parecía tener olvidada.

La Misión pudo cumplirse. Un mes y medio antes Andalucía capeaba los coletazos de la quinta ola, pero desde la hermandad mantuvieron las fechas de los traslados a Tres Barrios, fechas que estaban escogidas desde que el pasado año se aplazara este acto en el marco del 400 aniversario de la hechura del Señor. La idea de la hermandad era celebrar esta Misión evangelizadora en cuanto se pudiera. Y se pudo. El Decreto que dio vía libre al regreso de las procesiones supuso la cuenta atrás para que se empezara a soñar con ver al Señor de Sevilla por las calles de la ciudad.

El 16 de octubre tuvo lugar el primer traslado desde la Basílica hasta la Parroquia de la Blanca Paloma. Una semana permaneció el Señor en los Pajaritos hasta que el sábado 23 llegó a la Parroquia de la Candelaria visitando previamente Amate, en el que estaba previsto que fuera el traslado más corto de todos. Pero la lluvia motivó que el traslado a la última Parroquia, la de Santa Teresa, tuviera que realizarse con un día de retraso y por el camino más corto, prescindiendo de la visita al Cerro del Águila. En ese templo que ya visitó el Señor en las Misiones Generales de 1965 estuvo la imagen hasta el viernes 3 de noviembre, cuando fue trasladada a la Catedral en otro multitudinario recorrido. En la Catedral, y ya sobre su paso luciendo “la túnica de los devotos” presidió un Pontifical de Acción de Gracias y regresó a San Lorenzo en una procesión histórica con una afluencia de público que la coloca entre las principales de este siglo.

Hablar de las estampas inéditas que se vivieron en estos traslados o en la procesión de regreso también extendería nuestra crónica a dimensiones bíblicas: Soria 9 y el puente de los Bomberos, la Centuria en la Campana, la Municipal en la Plaza Nueva, el Santuario de los Gitanos, etc. Pero por encima de todo, hay que destacar la dimensión de lo que supuso la Misión del Gran Poder.

Allí donde muchos se niegan a ir, donde algunos miran para otro lado, para negar la realidad que no quieren ver porque les deja en una evidencia sonrojante, a esa Sevilla que le duele al Señor porque es también su Sevilla, allí acudió el Gran Poder para ayudar con el peso de tantas cruces. La Basílica cerró sus puertas y trasladó sus misas, sus confesionarios y hasta su tienda de recuerdos, con una fuerte inversión por parte de la Bolsa de Caridad, llevando toda la hermandad desde el centro a los barrios periféricos. La Misión fue todo un éxito.

Cofradías en los templos, cofrades en la calle 

Pero hasta el regreso de las procesiones los cofrades pasamos por un largo desierto durante gran parte del año 2021. La alerta de la tercera ola motivó el aplazamiento de cabildos, de veneraciones de imágenes y que asistiéramos a cultos de hermandades con menos fieles de lo acostumbrado, bien por el aforo reducido de los templos, bien porque algunos hermanos no pudieran acudir al vivir en otras localidades que estuvieran sufriendo restricciones de movilidad.

El 26 de marzo fue Viernes de Dolores. En esos días de estado de alarma y toque de queda circulaba en las tertulias un debate, ¿qué será más doloroso, estar como estábamos el año pasado, desde casa, o ir a verlas este año a la Iglesia a la hora que deberían estar en la calle? Usted querido cofrade, responda a la pregunta.

El Domingo de Ramos, día 28 de marzo se iniciaba la Semana Santa de largas colas ante los templos, como cuando llueve y no queda más remedio que verlas en casa, pero sin ningún nazareno al que ver cabizbajo con la papeleta doblada en la mano, ningún músico que enfunda su instrumento con mimo o ningún costalero que se acerque al capataz preguntando por la desarmá.

Algunos hablaron de “la Semana Santa íntima”, una oportunidad para disfrutar de una fiesta más honda, que conectara más con las raíces de no-sé-qué. La realidad es que, incluso a aquellos que asistimos a los Oficios por creencia y no por convicción, nos faltó la Fiesta. La Semana Santa en Sevilla no se entiende sin sus manifestaciones públicas de fe. Sin las procesiones. Y esto es mandamiento de un sevillano.

Esta Semana Santa nos dejó de todo. Las exposiciones sin entradas disponibles (la de los misterios en el Casino de la Exposición y la In Nomine Dei organizada por el Consejo en Cajasol), bares repletos, altares que recreaban estampas del pasado como en San Bernardo, la Macarena o la Esperanza de Triana, altares grandiosos que reflejaban el buen hacer de la priostía, como el caso del Buen Fin, los Cristos del Amor y de la Buena Muerte velados el Viernes Santo para los Oficios, y colas…colas en la gran mayoría de las iglesias, en el Gran Poder, que mantuvo la veneración al Señor desde el Sábado de Pasión al Martes Santo y, sobre todo, en el Cachorro, ya que durante los primeros días de la Semana Santa pudo contemplarse al crucificado de Ruiz Gijón en su reformado paso.

Y al fin, ¡Cofradías, a la calle! 

El martes 14 de septiembre es una fecha para recordar. Ese día, con la quinta ola ya apaciguándose, tras haber dejado atrás otro Rocío, otro Corpus y otro verano diferente, y con las pertinentes indicaciones de la Junta de Andalucía, Palacio aprueba un nuevo decreto en el que se permite el regreso del culto público a la Archidiócesis de Sevilla. El domingo 19 tiene lugar la primera procesión, con costaleros, banda de música y cumpliendo las indicaciones de las autoridades en materia Covid: la de la Pastora de Santa Marina.

Poco a poco las hermandades despiertan de cierto letargo. Algunas corporaciones de Gloria optan por la prudencia y deciden no realizar sus salidas, o sustituir sus procesiones por rosarios. Otras anuncian rápidamente sus cultos. Valvanera, la Divina Enfermera, la Virgen de la Cabeza, el Pilar, el Rosario de la Macarena. El decreto permitió que se pudiera celebrar el ciclo final de las Glorias, cerrándose el mismo con ese broche de oro que ponen en noviembre la Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo.

Pero también el decreto permitió las salidas extraordinarias programadas por la Candelaria por el Centenario de su fundación, y que habían sido aplazadas varios meses esperando que la situación de la pandemia mejorase. El Vía Crucis del Cristo de la Salud a la Magdalena se celebró el 27 de noviembre y el día 5 de diciembre la Virgen de la Candelaria protagonizó una procesión extraordinaria en la que deleitó al público que la acompañó por los Jardines de Murillo o la calle San Fernando, entre otros enclaves.

Dos días después de la procesión de la Candelaria, Sevilla pudo disfrutar de la presencia de su Patrona, la Virgen de los Reyes, que salía en horario vespertino con motivo del 75 aniversario del Patronazgo sobre la ciudad.

La imagen salió por la Puerta de San Miguel y se dirigió hasta el Ayuntamiento. Allí, en la Plaza Nueva, saludó al monumento de San Fernando, regresando por la Plaza de San Francisco y Hernando Colón en una procesión que pudo contemplarse cómodamente y que contó con el acompañamiento musical de la Banda Municipal de Sevilla tras el paso de tumbilla.

Instituciones: la Curia, el Consejo, las hermandades…

La pandemia trastocó también los planes de las principales instituciones religiosas de la ciudad. El Arzobispo Don Juan José Asenjo esperaba su preceptivo relevo, una vez cumplida la edad de 75 años, al frente de la diócesis sevillana en 2020. El coronavirus prolongó la situación hasta este año, afectando personalmente a Monseñor Asenjo, que vio cómo se agravaban sus dolencias físicas y que tuvo que pedir a Roma que acelerase los trámites de este relevo.

Finalmente, a mediados de abril se despejó la incógnita con un nombre que no estaba en las quinielas: Don José Ángel Saiz Meneses sería el nuevo Arzobispo de la ciudad, tomando posesión de su cargo dos meses después, con la Virgen de los Reyes presente en el altar del Jubileo. Sus primeras visitas fueron para las parroquias de barrios desfavorecidos como el Polígono Sur y, poco después, a las principales devociones de la ciudad. La toma de contacto de Don José Ángel, que hasta ahora no ha realizado grandes cambios en el entramado administrativo de Palacio, con el mundo de las cofradías ha sido bastante positiva.

Por su parte, el Consejo de Hermandades y Cofradías ha tenido un año complicado, al no poder obtener los beneficios de la explotación de la Carrera Oficial que, a su vez, repercuten sobre las cofradías y hermandades. Tuvo que lidiar con la organización de una Cuaresma diferente, preparando un Vía Crucis distinto, el del Cristo de la Corona en el interior de la Catedral, totalmente estático, una Cuaresma centrada en las mencionadas exposiciones y con un acto sustitutivo del Pregón llamado La Semana Santa en la palabra en la que pregoneros anteriores como Alberto García Reyes, Charo Padilla o Joaquín Caro Romero arroparon a Julio Cuesta, que sueña con poder anunciar la Semana Grande en 2022. Más suerte corrió el Pregón de las Glorias de Rosa García Perea, que se pudo celebrar el 8 de octubre en la Catedral, con la Virgen de Montemayor, tras el regreso de las procesiones a la calle.

Por otro lado, se han celebrado cabildos de elecciones en diversas hermandades de la capital. Podríamos destacar el del Gran Poder, el 25 de junio, donde Ignacio Soro reemplazó a Félix Ríos en unas elecciones modélicas con una sola candidatura. Dos días antes tuvieron lugar las del Cachorro, con tres listas, en las que José Luis Aldea se hizo con el cargo de Hermano Mayor venciendo a las candidaturas del histórico José María Ruiz Romero y José María Barbasán. Y finalmente las de la Macarena del pasado 14 de noviembre y que volvió a visualizar dos modelos opuestos de  gestionar la hermandad: el de José Antonio Fernández Cabrero y el de Santiago Álvarez, volviendo a dar las urnas la victoria al primero, con una diferencia mayor que hace cuatro años.

Pero en este año en que se han celebrado 75 de la Virgen de Gracia y Amparo de los Javieres, de la fundación de Santa Genoveva, y de la concesión del título de Mariana a la Ciudad de Sevilla, por el que tanto luchó San Bernardo, cien años de la reorganización de San Benito, otros cien de la Coronación de la Pastora de Capuchinos, y 125 de la fundación de María Auxiliadora de la Trinidad, con una procesión extraordinaria truncada por la pandemia, 2021 deja en el recuerdo otro Cabildo inesperado pero que fue, en una época sin cofradías, epicentro de la prensa morada: el que convocó las Siete Palabras a instancias de un grupo de hermanos que pedían la sustitución de su dolorosa, la Virgen de la Cabeza. Un Cabildo que tuvo que ser aplazado para cumplir con los protocolos Covid y celebrado finalmente a mediados de junio, con algunas situaciones tensas por las redes sociales. El resultado fue ajustado pero suficiente para mantener a la actual imagen de Manuel Escamilla.

Patrimonio 

Corren malos tiempos para el Arte Sacro. Pero a pesar de ello, este año se han realizado importantes estrenos, así como se han iniciado algunas restauraciones importantes. El estreno más destacado, que aún no se ha podido disfrutar en su pleno esplendor es el paso reformado del Cachorro, obra del imaginero José María Leal. Un proyecto en el que la cofradía trianera estuvo trabajando los cuatro últimos años y que pudo ser admirado en la Basílica desde el Miércoles de Pasión al Miércoles Santo con el Cristo de la Expiración sobre él. Reordenación de elementos, nuevos guardabrisas, los cuatro padres de la Iglesia en las esquinas…todo estructurado para realzar la grandeza de Dios muriendo en Triana.

Este ha sido el año en que se ha iniciado el complejo proceso de restauración del palio de la Virgen del Valle, en las dependencias del IAPH, que también ha restaurado durante unos meses el manto de la coronación de la Macarena y ha emitido unos informes acerca del estado de conservación del Cristo del Amor en lo que puede ser un paso más hacia una pronta restauración de la imagen. Con respecto a la cofradía de la calle Laraña, esta anunció hace unas semanas que el próximo año se vivirá una estampa insólita ya que la Virgen del Valle procesionará en la estación de penitencia sin palio.

En este año en que la Estrella regresó a su ampliada capilla en las Vísperas de Semana Santa tras una prolongada estancia en San Jacinto, y la Esperanza de Triana se muestra más cerca que nunca por las obras en su camarín, se restauraron las imágenes de la Pura y Limpia del Postigo, el Cristo de la Salud de la Carretería, el del Descendimiento de la Quinta Angustia, la Virgen del Dulce Nombre de Bellavista y la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso. La hermandad de la Cena dio a conocer los proyectos que se habían presentado para su nuevo paso de misterio y la Soledad de San Buenaventura estrenó nuevo manto de Grande de León.

Por otro lado, dos templos con cofradías han cerrado sus puertas para ser intervenidos. Uno de ellos, San Pedro, parece que va a abrir pronto. Aun así el Cristo de Burgos permanece en la que ha sido su sede provisional durante los últimos meses, su Casa de Hermandad, mientras que el Pilar y la Sacramental regresaron a la Parroquia hace ya varias semanas. El otro templo que permanece cerrado es Santiago. La hermandad de la Redención está celebrando sus cultos en San Ildefonso y es más que probable que tenga que buscar una sede para realizar su salida procesional en 2022.

Cien días, cien esperanzas 

Se termina el año en que Sevilla sintió más cerca que nunca la mirada de la Blanca Paloma con la celebración de la exposición Jubilar Rocío, el año en que despedimos a los restauradores Joaquín Cruz Solís y Joaquín Arquillo, al compositor Juan Vicente Mas Quiles y a un entrañable macareno como fue Joaquín Sainz de la Maza, el segundo año de vacío de capirotes, el año de la espera interminable para volver a ver un cirial asomarse bajo un umbral, para sentir el golpe de un llamador, para ese pellizco inefable que sientes cuando ves el paso alejarse y te encuentras reflejado en la mirada cómplice de alguien que vive como tú.

Quedan cien días para el Domingo de Ramos. Después de este año de transición, ni Ómicron ni nada más nos puede quitar la Esperanza que hace tan sólo unos días fue dada a toda Sevilla, como la dio el Gran Poder caminando con su cruz.