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La devoción a la Virgen Dolorosa y el tema de la Piedad

En Occidente, es sobre todo a partir del siglo XI, cuando partiendo de San Anselmo de Canterbury (Aosta, 1033-Canterbury, 1109) y de San Bernardo de Claraval (Fontaine-lès-Dijon, Borgoña, 1090-Claraval, 1153), la devoción a María Dolorosa cristaliza en el esplendor de la literatura asecético-mística renana, encabezada por el dominico Beato Enrique Susón (Überlingen, ca. 1300-Ulm, 1366)1, en el siglo XIV, y la subsecuente devotio moderna, que impregna la piedad popular de la época del gótico, pues se desarrollan como centro de la piedad todos los aspectos relacionados con la humanidad de Cristo, concentrándose fundamentalmente en su Pasión; en ella, junto al Varón de Dolores se encuentra la Reina de los Mártires, como pareja arquetípica de la Nueva Alianza, nuevos Adán y Eva.

Así, las devociones a Cristo Crucificado y a Nuestra Señora de los Dolores van creciendo unidas. El P. Villoslada señala2, como plasmación de este movimiento espiritual en las artes plásticas, un movimiento de humanización en la iconografía religiosa del gótico, resaltándose, dentro de la mariana, la referente a los dolores de la Madre de Dios, partiendo de la Virgen al pie de la Cruz en el Calvario, resaltada por el apóstol Juan3, en cuya devoción fue decisiva la influencia flamenca a través de la Casa de Austria y de los cartujos.

Se constata ya en el siglo XIII un segundo tema: el de la soledad de María tras la sepultura de Jesús: aparece afligida, contemplando a veces los instrumentos de la Pasión o rodeada de óvalos con la representación de los diversos momentos de dolor, que se convierten pronto en simbólicas espadas, materializando la profecía de Simeón4. En España habría de adquirir un notable auge desde que Isabel de Valois, tercera esposa del Rey Felipe II, mandara a Gaspar Becerra ejecutar una imagen de Dolorosa de vestir, que fue engalanada con las ropas de viudez de la Condesa de Ureña, en 1565.

Una tercera representación emblemática de la Dolorosa es el grupo de la Piedad. Simboliza de manera privilegiada la compasión de María: la Madre, con su Divino Hijo en los brazos, con carácter plenamente sacerdotal, embajadora de la Nueva Creación, ofrece al Padre el cuerpo yerto de Jesús, sacrificado por los pecados del mundo.

Funden los artistas Belén y Calvario: si en las imágenes de la Madre de Dios aparece a menudo el Niño meditando sobre la Pasión, bien dormido, cuyo sueño de la Cruz es barruntado por María, por su íntima unión en la obra redentora, o desdeñando incluso el pecho de su progenitora (tema conocido por la Madre Desairada)5, en las de la Piedad se presenta el cuerpo de Jesús empequeñecido para recordar las escenas de la infancia. Surge en Centroeuropa y se difunde con Alemania como centro a partir de finales del siglo XIII. En España hay piedades del XIV; en Francia, donde recibe el tema el nombre de Piedad, e Italia, donde adopta la misma denominación, aparecen en el XV, y en el XVI es un modelo iconográfico totalmente extendido.

Sus primeras representaciones habían surgido en los conventos femeninos de la alemana Renania, al convertirse en un tema fundamental de los Breviarios de la Pasión utilizados por estas religiosas. Son imágenes de pequeño tamaño muy expresivas y dramáticas. De comienzos del siglo XIV tenemos la expresiva Piedad de Roettgen, actualmente en el Museo de Bonn, de 88 cm. de altura.

Influye de seguro también en la difusión de este tema mariano el sufrimiento de los habitantes centroeuropeos de la época, sacudidos por las guerras, la más importante la de los Cien Años, y las epidemias, la más importante y devastadora la Peste Negra (1346-1347), que hace que los artistas y devotos, atenazados por una angustia existencial, promuevan los temas más desgarradores de la Pasión.

Los sacrílegos ultrajes que los herejes husitas, en el siglo XV a las imágenes del crucificado y de María al pie de la Cruz, contribuyen también a la difusión de estas imágenes en público acto de reparación.

Esta iconografía se la conoce también como Verperbild, “Vesperal”, en clara alusión a las Vísperas hora litúrgica de la tarde, momento en el que se conmemora a Jesucristo descendido de la Cruz y puesto en brazos de su Madre, en memoria de aquel primer Viernes Santo.

Esta crudeza se va dulcificando en el gótico internacional: María, como Reina, manifiesta un dolor más contenido como corresponde a su rango, el tamaño de las dos figuras se asemeja al real, y la Madre, de prematuramente envejecida por el dolor, se rejuvenece en su pureza virginal, en diálogo de amor con el cuerpo yerto de su Hijo.

A partir de aquí el tema seguirá la evolución devocional y estilística del arte occidental, por lo que podemos encontrar maravillosas imágenes de este tema en el Renacimiento, del que es emblemática la vaticana de Miguel Ángel, barroco, neoclásico, hasta llegar al arte contemporáneo, con sus corrientes neobarroca e hiperrealista, en las que se insertan muchas imágenes titulares de nuestras cofradías.

(Fotografía Victor González)