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De los Jesuitas a la Universidad: cuatro siglos del Cristo de la Buena Muerte

El próximo 8 de septiembre se cumplen cuatrocientos años desde que Juan de Mesa culminara el proceso de ejecución de una de sus tallas más representativas, una auténtica obra maestra llamada a convertirse en un referente en la devoción popular de la ciudad y en todos aquellos admiradores del arte y la cultura. Desde estas líneas, realizamos un repaso por la historia de la imagen del Cristo de la Buena Muerte, el Cristo de los Estudiantes.

 

Contexto: la Sevilla del Barroco

 

En el siglo XVII, el Imperio Español de Felipe II empieza a languidecer bajo el reinado de sus descendientes. Siglo de decadencia manifestado en crisis económicas, sociales y demográficas. Sevilla, Puerto de Indias, no fue ajena a esta vicisitud, como tampoco lo fue al esplendor artístico y cultural que contrasta con la situación mencionada anteriormente. El siglo del Barroco es el de Velázquez y Murillo, el de Lope de Vega y Calderón, y el de tantos artistas que dejaron escritos sus nombres con letras de oro. Es también el de la consolidación de una fiesta que, con unos orígenes medievales algo difusos, toma base con el Renacimiento y forma con los moldes del Barroco. Es la Semana Santa, impulsada en un contexto de creciente devoción popular tras la Reforma de la Iglesia en Trento. Es por ello que este siglo recoge también las firmas de escultores como Andrés y Francisco de Ocampo, Montañés, Juan de Mesa, Pedro Roldán o Ruiz Gijón.

Juan de Mesa y la perfección técnica del Cristo de la Buena Muerte

 

Juan de Mesa y Velasco nació en Córdoba en el año 1583, trasladándose pronto a Sevilla e ingresando como aprendiz en el taller de Juan Martínez Montañés hasta que formó el suyo propio. A pesar de estar claramente influenciado por su maestro, el escultor cordobés otorgó a sus obras una naturalidad y una expresividad propias, con gran dramatismo y una técnica perfecta. Una técnica que puede contemplarse en los crucificados, cuya iconografía cultivó con éxito. En 1618 talló al Cristo del Amor, un año después al de la Conversión del Buen Ladrón de Montserrat y ya en 1620 al Cristo de la Buena Muerte. En ese mismo año talla también al Señor del Gran Poder. A su gubia se deben además el Señor Yacente del Santo Entierro o la Virgen de las Angustias de Córdoba entre otras muchas imágenes. Una carrera truncada por la prematura muerte del escultor en 1627, hecho que pudo facilitar que la mayoría de sus obras fueran atribuidas a Montañés, que le sobrevivió más de veinte años.

El estilo de Juan de Mesa queda reflejado en la imagen del Cristo de la Buena Muerte si observamos el tratamiento naturalista del desnudo y el voluminoso sudario en el que se contempla una cuerda que ya emplea anteriormente en el Cristo de la Conversión. No obstante, y a diferencia de otras obras del escultor, la cabeza y el rostro de la imagen presentan una serenidad y dulzura que la alejan de la expresividad dramática que reflejaba el imaginero. Esta dulzura y esta serenidad de un Crucificado ya muerto, con tres clavos y llaga de la lanzada en el costado, acerca esta imagen al estilo de Montañés. Ello puede explicarse porque el Cristo de la Buena Muerte no fue concebido en su origen para procesionar, pues fue encargado por los Jesuitas para mover a la oración y al arrepentimiento de los pecados en su Casa Profesa. Es por eso que Juan de Mesa tal vez decidiera prescindir de ese dramatismo tan presente en otras imágenes que sí estaban destinadas a formar parte de los desfiles procesionales.

No obstante, no cabe ninguna duda que esta imagen es una obra maestra de un escultor que, cuando la talla, se consolidaba como un referente entre los grandes artistas de la época, como prueba el hecho de que la Compañía de Jesús, que previamente había realizado encargos a Montañés, confiara en Juan de Mesa para la ejecución de esta dulce, serena, natural y barroca talla. Con esta obra maestra, Juan de Mesa marca un antes y un después en la iconografía del Crucificado. Muchos han intentado copiar su estilo. El Cristo de la Buena Muerte ha servido de modelo para varios escultores del siglo XX, especialmente tras la Guerra Civil. Pero aún en el siglo XVII, el propio Juan de Mesa recibió varios encargos en los que se le solicitaba la ejecución de un crucificado parecido al de la Casa Profesa de los Jesuitas de Sevilla, lo cual habla también de la rápida difusión de la devoción de la imagen, a pesar no de realizar estación de penitencia.

Precisamente los documentos de estos últimos encargos ayudaron a despejar la incógnita sobre la autoría del Cristo de la Buena Muerte en la primera parte del siglo XX. En 1928, el profesor Muro Orejón hizo pública una escritura de concierto entre el escultor barroco y el pintor Antonio Pérez, donde el primero se comprometía a realizar un Crucificado “del tamaño y forma del Cristo questa en la casa profesa de la compañía de Jesús desta ciudad”.  Pero la confirmación definitiva llegó de la mano del investigador Heliodoro Sancho Corbacho en el 1931, haciendo público el contrato entre Juan de Mesa y el Prepósito de la Casa Profesa de los Jesuitas, Pedro Urteaga.

 

De los Jesuitas a la Universidad

 

El 13 de marzo de 1620 Pedro Urteaga y Juan de Mesa acuerdan “…dar hechas y acabadas dos imágenes de escultura, la una con Cristo Crucificado y la otra una Magdalena abrazada al pie de la Cruz, de madera de cedro, ambas a dos, de la estatura ordinaria humana…”. El paradero de la Magdalena se desconoce. El Crucificado es el Cristo de la Buena Muerte, que en su origen no tenía esta advocación. En ninguna parte de este contrato, ni de otros posteriores en los que Juan de Mesa se compromete a seguir el modelo de este crucificado, se hace alusión a la advocación de “la Buena Muerte”. Como se ha señalado anteriormente la imagen fue encargada por los Jesuitas, una Compañía en amplio crecimiento tras el Concilio de Trento y que tenía como motivación la oración y el arrepentimiento de los pecados, no guardando ninguno de estos fines relación alguna con la advocación de “la Buena Muerte”.

Es en 1725 cuando se intenta crear en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, de la que se conserva la Iglesia de la Anunciación, una Congregación de la Buena Muerte, de la que serían titular, además del Crucificado, una Dolorosa y San José. De las mismas fechas se conserva una inscripción en el mencionado templo donde se señala que el primer altar del lado de la epístola está ocupado por el “Santo Cristo de la Buena Muerte”. Son pues las primeras referencias que existen de la advocación del actual titular de la hermandad de los Estudiantes.

Y son precisamente estudiantes universitarios los encargados de rescatar una devoción sumida en un letargo desde finales del siglo XVIII. Con la expulsión de los Jesuitas por parte de Carlos III, la Casa Profesa de Sevilla, y todas sus posesiones, entre ellas el Cristo de la Buena Muerte, pasan a manos de la Universidad de Sevilla, que traslada su sede a estas dependencias. No es hasta finales del siglo XIX cuando un grupo de profesores y alumnos de esta institución académica rescatan la devoción al Cristo de la Buena Muerte, en un proceso que concluirá con la fundación de la Hermandad de los Estudiantes en 1924. Dos años después, la imagen de Juan de Mesa realiza por vez primera la Estación de Penitencia a la Catedral en la tarde del Martes Santo.

A partir de este momento, la historia del Cristo de la Buena Muerte es la de la hermandad de los Estudiantes. El considerable aumento de la devoción de la imagen ha ido en paralelo al crecimiento exponencial de la que actualmente es la segunda cofradía de negro con mayor número de nazarenos, y que pone en la calle a uno de los cortejos más elegantes y distinguidos de la Semana Santa hispalense. Una Semana Santa que no se entendería sin la imponente imagen del Cristo de la Buena Muerte que, el Martes Santo de 1962, según la crónica de ABC, ya procesionaba acompañado de más de 150 penitentes con cruces.

Aún tendría que conocer algunos avatares la imagen de Juan de Mesa en su primitivo templo, como su clausura y la ausencia de cultos en los años de la Segunda República o vivir estampas como la estancia de la Macarena mientras se reconstruía San Gil. En 1965 participó en el Santo Entierro Grande. Ese mismo año la imagen del Cristo participó también en las Misiones Generales convocadas por el Cardenal Spínola, trasladándose a la Caseta que el Real Círculo de Labradores tenía instalada todo el año en el Prado de San Sebastián, donde entonces se celebraba la Feria. En noviembre de 1966, la hermandad se traslada a la actual sede, la Capilla de la Universidad en la calle San Fernando. Regresando a la Anunciación para sus cultos en 1983, la imagen sufrió uno de los percances más recordados de la historia de las cofradías: la cabeza del Cristo se desprendió. Afortunadamente se pudo restaurar la talla por parte de Arquillo, encontrándose en su interior una inscripción que confirmaba la autoría de Juan de Mesa.

Otra inscripción fue hallada en la restauración practicada por los Cruz Solís en 1985, ofreciendo le fecha de la terminación de la imagen, el 8 de septiembre de 1620. En 1994, el Cristo de la Buena Muerte fue restaurado en Madrid por el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, dependiente del Ministerio de Cultura. Otro dato más que refleja la importancia artística de esta talla. La última intervención tuvo lugar en 2018 y fue acometida por Pedro Manzano.

En el año 2003 el Cristo de la Buena Muerte presidió el Vía Crucis de las Hermandades y en el 2004 participó en el Santo Entierro Magno que conmemoraba el IV Centenario de la constitución de la Carrera Oficial por parte del Cardenal Niño de Guevara.

 

Acción de gracias

 

Con motivo de esta efeméride, la hermandad de los Estudiantes había preparado un amplio programa de actos y cultos entre los que destacaba “La Misión de los Jóvenes”. Convocada con un fin pastoral, esta Misión incluía un Vía Crucis extraordinario de la imagen a la Catedral con una especial participación de jóvenes y universitarios. Los motivos que provocaron la suspensión de estos actos son de sobra conocidos. No obstante, la hermandad celebrará el próximo día 8 una Misa de Acción de Gracias para conmemorar el IV Centenario de la conclusión de la imagen que, desde hace más de un siglo, es el centro de las plegarias de los estudiantes católicos de la ciudad.

Una ciudad que cada Martes Santo se cita a sí misma en la Lonja de la Universidad para recordar el esplendor artístico de tiempos pretéritos y la historia de una devoción con futuro, consolidada en el presente y apuntalada en sus cimientos barrocos. Una ciudad que, como todos aquellos que hemos sido estudiantes, debe unirse, aún desde la distancia, a esta Acción de Gracias para celebrar la paradoja de los 400 años de Vida del Cristo de la Buena Muerte.

 

 

Bibliografía y fuentes consultadas

 

-ABC (editor), La Semana Santa según ABC de Sevilla, vol. I, III y IV, Sevilla, 2012.

 

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco, Historia de Sevilla, Sevilla, Signatura Ediciones, 2006.

 

– VV.AA, De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús, T.III y IV, Sevilla, Ediciones Tartessos, 2.005.

 

-Web hermandad de los Estudiantes: hermandaddelosestudiantes.es