Esperaban el momento, agolpados, conteniendo el alma a pulso. Sin embargo, nadie jaleaba, ni celebraba, ni vitoreaba. Levitaba la cruz sobre el mármol, mortaja final de nuestros pasos. Tampoco había tormenta, ni apocalipsis, ni flores. Antes, unos hombres habían levantado fugazmente su Calvario de oro. Dios había muerto ya, hacía tiempo. Los sayones despreciables habían […]
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