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Sevilla, venia concedida

Sevilla comienza hoy a levantar el telón de la fábrica de los sueños. La luz empezará a pedir la venia de una ciudad que espera paciente el último sprint hasta llegar a la semana anhelada y aunque en la calle parezca que nada ocurre, todo será ya distinto.

Quizá, a simple vista, nada cambie pero lo cierto es que nada vuelve a ser igual. 40 días y 39 noches. Eso es lo único que nos separa de una semana que para el ritmo de nuestra vida pero no quieran correr, balón al suelo que mientras aún queda mucho por disfrutar.

Tiempo de vía crucis, de besapiés y besamanos. Funciones principales, quinarios, septenarios e incluso triduos preparatorios y mientras tanto, las casas de hermandad como el camarote de los hermanos Marx.

Los mayordomos ajustando cuentas como quién se faja para cargar kilos, los secretarios preparando las hojas informativas y las publicaciones que deben llegar, los de cultos con más trabajo que los Reyes Magos, los priostes montando altares y fundiendo la cera, los diputados mayores de gobierno parando en casa solo para dormir y ojo, no es exageración, lo dice una que lo ha vivido en sus carnes. Que si horarios, que si recorridos, que si minutos arriba y minutos abajo, que si podamos árboles de esta zona porque va a dar el palio, que si deberíamos abrir los tramos en este punto o comprimirlos para que los pasos no se descuelguen, que si ahora nos tenemos que reunir con todo el equipo para que el día de marras salga perfecto (o al menos en intención).

Hoy es todo. Hoy es Miércoles de Ceniza y empezamos a tachar días para una semana que cuenta el tiempo al revés, que diría Carlos Herrera. Hoy nuestro pulso comenzará a latir distinto, quizá al ritmo de la Centuria Macarena con ‘Abelardo’ o al del tambor destemplado de Tejera. El movimiento acelerado en las tintorerías, que si dalmáticas por aquí, que si túnicas y antifaces por allá. Sus madres que les vuelven a repetir como cada año que los botones y las cosas se las preparan ustedes, que son ya muy mayorcitos y que luego lo dejan todo para última hora.

El cosquilleo cuando vas por la calle y hueles a incienso o escuchas alguna marcha en un coche y sin querer, se te escapa la sonrisa tonta como la de quién está enamorado y sabe que está a puntito de ver a esa persona porque lo nuestro con la Semana Santa es una verdadera historia de amor, de las eternas, de las que perduran, de las que no tienen fecha de caducidad y de las que nos ponen las mariposas en el estómago y es que, admitámoslo señores, no hay nada más bonito que querer y saber a ciencia cierta que nos corresponden y en eso, Ellos, tienen cum laude.

Antes que nos demos cuenta, escucharemos vencejos y veremos como la luz quiere ganarle minutos a las noches que están por venir. Esa luz, justo la que imaginan, la que se les acaba de venir a la cabeza, la que ya intuyen sus ojos y les hace saber que ya viene, que se abre camino y que llega para ser efímera pero intensa.

Sevilla, despierta y ve pidiendo paso como solo tú sabes hacerlo, a través de los sentidos.

Hoy comienza todo.

“Hombre, acuérdate de que polvo eres y que al polvo volverás” Génesis, 3:19