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Al inicio de la Cuaresma 2022

El Miércoles de Ceniza comenzamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como sabemos, se trata de un camino hacia los días santos en los que recordamos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, fundamento de nuestra fe. La Iglesia nos propone prepararnos para este acontecimiento tomando conciencia de algo que no siempre nos gusta reconocer: nuestra limitación. Así, por medio de la oración, del ayuno y de la limosna descubrimos que no somos el centro de nuestra vida, puesto que éste lo es Dios, que hay muchas cosas y realidades que nos sobran y que nos alejan de Él, y también que el Señor nos espera en aquellos que sufren y necesitan de nuestra ayuda para aliviar su sufrimiento. La Cuaresma es, como sabemos, un tiempo muy querido para los cofrades, puesto que en Él, este camino y esta espera hacia la Pascua del Señor, se vive desde las claves de la preparación de las Estaciones de Penitencia que tanto nos acercan a Nuestro Señor Jesucristo, a la Santísima Virgen y también, a nuestros hermanos cofrades.

Esta Cuaresma, además, será distinta a las anteriores, en especial a las dos últimas, en las que, si bien pudimos vivir una honda experiencia espiritual, lo cierto es que a todos nos faltó el poder acompañar a nuestras imágenes en procesión por las calles, así como otros aspectos del culto público sobre el que se asienta la vida de las hermandades y cofradías. Esta Cuaresma, los cofrades esperamos volver a salir a la calle, y por ello nos preparamos con ensayos, con preparativos variados, con encuentros y con tantas otras cosas que nos recuerdan que poco a poco vamos saliendo de esta tempestad para la humanidad que es la pandemia.

Sin embargo, a la hora de preparar nuestra vuelta a las calles puede que nos encontremos con dificultades de muchos tipos. Por un lado, quizá nuestras fuerzas han mermado, y ya no somos capaces de realizar los esfuerzos físicos que, hace dos años, hacíamos con naturalidad. Por otro lado, quizá también algunos de nuestros enseres procesionales y de culto se hayan ensuciado o dañado, como consecuencia de la falta de uso y de haber estado guardados durante más tiempo del necesario. Creo que éstas y otras dificultades, pueden ayudarnos a vivir la Cuaresma desde su espíritu más genuino y así, acercarnos hasta la entraña del Evangelio. Puesto que, en muchas ocasiones, nuestra vida de seguidores de Jesús también experimenta el agotamiento y la falta de fuerzas para realizar aquello a lo que Jesucristo nos invita. Y, también nuestra vida cristiana se mancha y estropea cuando no se vive con intensidad, cuando se deja guiar más por intereses humanos que divinos, o cuando decide esconder su luz debajo del celemín. En esos momentos, uno experimenta la debilidad y las consecuencias del pecado y ve que le cuesta seguir al Señor, cuando Él avanza con zancada larga y ritmo seguro hacia el Calvario.

Por ello, la Cuaresma es un momento para hacer verdad en nuestra vida y no para esconder nuestros defectos y debilidades ante nosotros mismos y ante Dios. Las prácticas cuaresmales son una invitación a hacer silencio y darnos cuenta de que los afanes, las prisas, los logros y tantas cosas han debilitado en nosotros el vibrar del Evangelio y nos han encerrado en nosotros mismos, e incluso nos han hecho caer, mancharnos y en cierto modo, estropearnos. Por ello, la Iglesia nos propone mirar hacia adentro en este tiempo, no desde el deseo narcisista de perfeccionismo, sino más bien desde aquel que busca apoyarse confiado en su Señor. Así, nuestra oración busca no solo mirar lo que va mal en nuestra vida, sino también elevar nuestros ojos hacia Jesucristo, pidiéndole su ayuda, su fuerza, su espíritu, para que su imagen se imprima en nuestros corazones y así podamos parecernos más a Él.

La Cuaresma es en definitiva una invitación a mirar a Cristo, que por ello baja de los altares y se pone a nuestra altura, que por esta razón se prepara para recorrer nuestras calles, y que por ello nos pide nuestra ayuda para llevarlo ante todos, prometiéndonos la suya en los sacramentos. La Cuaresma es una llamada a mirar en nuestro interior y a limpiarnos, no desde un deseo de perfección que genera frustración y angustia, sino desde la confianza en que al abrirnos hacia el Señor, Él no solo limpia nuestro interior sino que, además, nos da la fuerza y la gracia para seguir adelante. Por ello la Cuaresma es un tiempo propicio para frecuentar los sacramentos, especialmente el de la reconciliación y el de la Eucaristía, para poder así llegar a la Semana Santa siendo más parecidos a Él, más gozosos, más libres de ataduras y más dispuestos a aliviar el sufrimiento de los demás.

Que el Señor, a comienzos de esta Cuaresma de 2022 nos conceda su ayuda para que la preparación de nuestra Semana Santa no solo sea exterior, sino que, cale en nuestro interior. Y la Santísima Virgen interceda ante su Hijo, para que nuestras vidas sean acordes a la solemnidad y belleza de nuestras procesiones.