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Adoración de luz. Un nuevo año ha comenzado

A estas horas las calles son solo un refugio del silencio. Quizás nunca los segundos laten tan despacio. Nadie los necesita. Todo es un decorado imperfecto, complejo, que descansa sobre sí mismo. En estos días la multitud destroza con el vaivén del estrépito el entorno cansado y maltratado por los artificios. Un remanso de paz para las aceras. Agotan su altruismo y su desvivir por los demás. Parece que hoy, esta noche, por fin viven, y solo las casas acogen los reencuentros y las celebraciones.

En la plaza, sin embargo, nada duele. Todo es caricia, tacto, beso, aire. Respira sobre sus cimientos milenarios. Acostumbrada al trasiego de las inocencias, las infancias y los nervios, encuentra en esta medianoche absorta una vía de escape. Es cierto que ella no se entiende sin nadie (vacía), pero ahora es realmente hermosa. Nos atreveríamos a decir que su fachada se asemeja a los pinceles de Bacarisas: oscura pero cálida en su centro mismo.

Y es que en estos segundos, candentes y pausados como si se desmayaran en una clepsidra, la plaza se prepara para el ritual tan íntimo que no podemos desnudar ni con palabras. Todo ha cambiado para siempre. De lo contrario, moriría, y no pudiéramos permitirlo. De una esquina nace una luz tenue como una caricia de abril. La luz no habla. Nunca habla, pero te resuelve dudas, te condiciona, te transforma, te recuerda, te avisa, te hace. O tú te haces a ella.

La luz siempre es la misma, pero nosotros jamás seremos tales. Ha irrumpido con fuerza la madrugada y las costuras del alba se deshacen en la tela líquida de los cielos. La plaza ha engendrado la semilla del año nuevo, del año viejo, del año que nunca será y que siempre fue. Todo alrededor te asalta a los ojos. La música de la luz envuelve el milagro.

En aquella esquina nació la luz. Ya creció, e irradia con fuerza de majestades imperiales. Ya nació, a su vez, la ilusión de quien vuelve a venir en el día en el que estrenamos como una vida, como quien estrena un siglo. La luz es un imán y el rito se ha consumado.

A lo lejos, sobre la hojarasca yerma de la plaza, Dios nos sobresalta. Y nos saluda, y nos acompaña, y nos resuelve. San Lorenzo estrena a Jesús del Gran Poder. Y en sus manos, y sus ojos, y su cruz, Sevilla.

¡¡Feliz 2022!!