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Las Cofradías y la Corona española: una mirada a la historia

Desde que en el año 1248, Fernando III Rey de Castilla y León, conquistase la ciudad de Sevilla, la vinculación de la Corona con la Iglesia hispalense, sus devociones y hasta con las hermandades que habrían de conformar la fiesta barroca de la Semana Santa, ha sido una constante en la historia. Desde entonces son varios los nombres de monarcas que aparecen, intencionadamente o no, relacionados con nuestras cofradías. Sus simpatías, sus decisiones, sus políticas o las de sus hombres de confianza, han quedado testificadas en el patrimonio y en la historia de muchas de nuestras devociones y hermandades. En las próximas líneas realizaremos una breve mirada a esta enriquecedora relación.

 

La cristianización y las Vírgenes fernandinas

 

Todos conocemos que la religión islámica no se caracteriza precisamente por representar figuradamente a su dios ni a su profeta. Ello explica que en la Isbiliya conquistada por Fernando III no existieran artistas del gremio de los escultores. Por tanto, las primeras representaciones de la Sevilla cristiana proceden de escuelas foráneas. Es el caso de la Patrona de Sevilla y su Archidiócesis, la Virgen de los Reyes. Una obra anónima del siglo XIII que responde a los trazos de la escuela francesa de Chartres. En torno a esta talla, como en otras de la época, giran mil y una leyendas, como aquella que señala que la imagen fue un regalo de Luis IX de Francia a su pariente Fernando III de Castilla y León. Un regalo entre reyes.

Otra de las leyendas en torno a su hechura sostiene que la Virgen se apareció en sueños al monarca castellano, que mandó hacer una talla de la Virgen María que la representara tal y como esta se le había aparecido, y que le acompañó durante la Reconquista hasta recaer finalmente en Sevilla. Hay quien sostiene que encargó diversas tallas de la Virgen sedente, explicando así el origen de otras imágenes marianas como la Virgen de las Aguas de la Parroquia del Salvador o la Virgen de los Sastres de San Ildefonso. No falta quien señala que la imagen que acompañaba al monarca era la Virgen de las Batallas, de la escuela de Reims, y que esta talla era la que realmente regaló Luis IX de Francia.

Las leyendas y la ausencia de fuentes muestran unos datos confusos acerca del origen de estas imágenes. No obstante, es obvio que la talla de la Virgen de los Reyes, de estilo gótico y entronizada con el Niño en su regazo, dejó tras de sí una estela larga, destacando entre todas las llamadas Vírgenes fernandinas, tomando su advocación por la vinculación, llamada a ser histórica, con el Rey conquistador, canonizado en el siglo XVII, y sus descendientes. El mismo monarca que hoy descansa a sus pies y al que se puede venerar en su magnífica urna en la Capilla Real de la Catedral. En el nacimiento de la nueva Sevilla cristiana está también el de una advocación que se hizo principal en la ciudad durante siglos, convirtiéndose en la primera imagen mariana en ser Coronada canónicamente en Andalucía (1904) y en recibir la Medalla de Oro de la Ciudad (1958).

 

La fundación de la Catedral de Triana

 

También descansan en la Capilla Real los restos de Alfonso X El Sabio, hijo de Fernando III. El monarca que, según cuentan, amenazó con masacrar a los moros de Axataf si estos destruían el precioso alminar de su Mezquita mayor (sobre el que se asienta gran parte de la Giralda) y también el que concedió a Sevilla el legendario NO8DO. No obstante, hay otro motivo por el que este rey castellano debe quedar en el recuerdo, ya que en su reinado se promovió la edificación de uno de los templos más importantes de la ciudad: la Parroquia de Santa Ana, conocida como la Catedral de Triana. Según cuenta Ortiz de Zúñiga, el Rey Sabio mandó construir este templo en acción de gracias tras haber sanado de una enfermedad ocular que lo mantuvo grave en Sevilla, solicitando la intercesión de Santa Ana ante el Señor. Fue en el año 1266 cuando se inició la construcción de esta Parroquia que siglos después se convertiría en el lugar donde las hermandades trianeras acudirían a hacer Estación de Penitencia y que hoy en día sigue siendo una referencia a nivel religioso, histórico y patrimonial en nuestra ciudad.

La Edad Moderna

 

Es en la Edad Moderna cuando empiezan a surgir las hermandades y cofradías de penitencia que conocemos hoy en día y que incluyen, en su nombre, el título de Real. Buscar el origen de la concesión de este título es igualmente confuso pero está demostrado que con Carlos I se concedió el título de Imperiala la hermandad de Guía al fundarse en 1522. Un título que aún conserva con mimo la hermandad de la Lanzada, heredera de aquella histórica corporación.

Y del primer Austria al último. Una de las vinculaciones más conocidas de la Casa Real y las cofradías sevillanas se haría oficial en el reinado de Carlos II, el primer monarca que ingresaría en la nómina de la hermandad del Santo Entierro (1694). Es correcto decir “oficial” porque la tradición ya unía a ambas instituciones. Para ello, habría que volver a remontarse a tiempos de Fernando III, ya que otra leyenda señalaba que el Rey conquistador fundó la hermandad tras encontrar la imagen de un Señor Yacente emparedado en la zona de la Puerta Real. Sea como fuere, tras Carlos II, todos los monarcas españoles ostentaron el cargo de Hermanos Mayores de la corporación.

 

El Siglo XVIII

 

Con el Siglo XVIII llega una nueva dinastía al trono español, la de los Borbones. Las primeras décadas de esta nueva dinastía transcurrieron sin grandes contratiempos para las hermandades y cofradías. El primer monarca de esta familia, Felipe V, situó la Corte en Sevilla entre 1729 y 1734, en el conocido como Lustro Real. Cinco años de prosperidad para la ciudad y sus tradiciones, entre las que se encontraba la Semana Santa. Así, el primer Rey Borbón y su familia pudieron asistir durante estos años a las procesiones y a la celebración de los Oficios que se desarrollaban en la Catedral.

En las primeras líneas de este reportaje señalábamos que las decisiones de algunos reyes han marcado el devenir histórico de nuestras hermandades. Así ocurrió en los años del reinado de Fernando VI, cuando se puso en práctica una Real Orden que intentaba controlar a la población gitana, que se ve obligada a asentarse en emplazamientos concretos. En este difícil contexto de persecución, encarcelamiento y apropiación de bienes nace en Triana la hermandad de los Gitanos.

Fue con el reinado de Carlos III cuando tomó fuerza el empuje de las ideas ilustradas, donde algunos personajes cercanos al monarca como el asistente Pablo de Olavide hacen frente al mundo de la Semana Santa y de otras tradiciones que representaban un pasado que no encajaba en el modelo ilustrado que habían concebido como necesario para el avance de la sociedad. Son tiempos complicados para las cofradías, cuyas reglas deben ser aprobadas por el Consejo Real de Castilla. No obstante, Carlos III concedió el título de Real a hermandades como la Mortaja o San Bernardo.

 

El plantón de Pepe Botella y el resurgimiento con Fernando VII

 

La Guerra de la Independencia contra Napoleón causó un impacto traumático en el patrimonio de nuestras iglesias y hermandades del que muchas no se recuperarían. El hermano del emperador, a la sazón Rey de la España ocupada, José Bonaparte, visitó Sevilla en 1810, mostrando su interés en conocer las procesiones de Semana Santa. Las cofradías, en parte por el daño que estaban causando las tropas francesas, mostraron su negativa a procesionar ese año y, a pesar de las amenazas de las autoridades correspondientes, solo tres aceptaron hacerlo: el Prendimiento, el Gran Poder y la Carretería, a las que “Pepe Botella” despreció quedándose en el Alcázar sin presenciar sus correspondientes procesiones.

Por el contrario, el reinado de Fernando VII fue una etapa de resurgimiento para muchas corporaciones. El monarca absolutista otorgó el título de Real a hermandades como el Amor, la Trinidad, los Gitanos, la Exaltación, el Gran Poder o el Museo. En este reinado juega un papel fundamental la mano derecha del monarca en Sevilla, el asistente Arjona, que contribuye a revitalizar la hermandad del Santo Entierro en calidad de Teniente de Hermano Mayor de la corporación, formándose un cortejo en cuyo diseño tuvo mucho que ver la mano del escultor Juan de Astorga.

 

Los Montpensier

 

Ya en la época liberal, Sevilla será la sede donde se instale la hija menor de Fernando VII y hermana de la reina Isabel II, la Infanta María Luisa y su esposo, el Duque de Orleans. Se forma así la corte chica de los Montpensier, personajes claves en la Semana Santa romántica. Tuvieron una notable participación en muchas cofradías, si bien no era con una intención meramente altruista pues conocían bien los Duques el prestigio que otorgaba en la ciudad ser parte activa de algunas hermandades. Fueron hermanos de la Carretería, del Gran Poder, de Pasión, una hermandad muy vinculada a los Borbones, de San Isidoro y de la Quinta Angustia.

Pero si hay una cofradía que siga los cánones románticos de la época de los Montpensier esa es la de Montserrat, de la que fueron nombrados Hermanos Mayores Honorarios. El palio de la Dolorosa es toda una constatación del gusto romántico de esos años. También es importante recordar el papel que jugaron los Duques en impulsar la celebración de los Santos Entierros Grandes de 1850 y 1854. En estos años recibirían el título de Real hermandades como Pasión o La Quinta Angustia.

 

La última Semana Santa de Alfonso XIII

 

La crónica del ABC de Sevilla firmada el 18 de abril de 1930 se hace eco de la presencia de Alfonso XIII en la Semana Santa hispalense. Apenas un año después el rey partía hacia el exilio ante la proclamación de la Segunda República. Fue esa la última vez que el monarca pudo presenciar los desfiles procesionales en Sevilla. Tras estar presentes en los Oficios, la Familia Real presenció el discurrir de las cofradías en la Plaza de San Francisco, si bien Alfonso XIII esperó el palio de la Virgen de la Victoria de las Cigarreras en el Casino Militar de la calle Sierpes. Allí se incorporó a la presidencia hasta que el cortejo llegó al Ayuntamiento. Existe una conocida foto del monarca con vara y uniforme de gala, entre cuyas condecoraciones puede observarse el Toisón de Oro, ante el paso de la Dolorosa del Jueves Santo.

Las visitas reales en la Democracia

 

Juan Carlos I y su mujer, Doña Sofía de Grecia, realizaron su primera visita a la Semana Santa sevillana en 1963, siendo aún Príncipes de Asturias. Una visita que tuvo lugar un Miércoles Santo y que constaba de diversas reuniones con sectores económicos y otra serie de recepciones civiles. Los Príncipes visitaron a la hermandad de San Bernardo en su Parroquia, siendo recibidos por la Junta de Gobierno y el Párroco, el recordado José Álvarez Allende. Desde allí partieron hacia San Vicente para contemplar el discurrir, entre el público, de las Siete Palabras, llamando al paso de palio el Príncipe de Asturias. Finalizó la jornada el joven matrimonio real en la entrada del Baratillo.

La primera visita en Semana Santa como Reyes de España la realizaron en el año 1984, con sus hijos como acompañantes, presenciando los desfiles procesionales del Jueves Santo desde uno de los balcones de la Biblioteca Municipal, y presidiendo el Palco principal durante el transcurrir de Pasión, a cuya nómina de hermanos pertenece Juan Carlos I y a la que está unido por vía materna. Ya en la Madrugá presenciaron la salida de la Macarena y el paso del Gran Poder, de nuevo, en los palcos. Otras hermandades de la jornada como la Esperanza de Triana o Los Gitanos recibieron la visita real el Jueves Santo por la mañana en sus respectivos templos. El Viernes Santo por la tarde, Juan Carlos I regresó a los palcos para presidir el discurrir de la hermandad del Cachorro.

Otra visita importante de los Reyes de España tuvo lugar en 1992, cuando asistieron a la exposición «Los Esplendores de Sevilla” con motivo de la celebración de la EXPO de 1992 y el V Centenario de la Evangelización de América. En concreto, los Reyes presenciaron los pasos expuestos en la muestra “La Pasión” de la Parroquia del Salvador, entre ellos el del Nazareno de Montañés. Aprovechó Don Juan Carlos la ocasión para orar ante el sepulcro de sus abuelos maternos, en la Capilla Sacramental. A la Parroquia del Salvador regresó el monarca en octubre de 2008 para admirar la restauración realizada al segundo templo de la ciudad.

Por su parte, los Duques de Lugo, la Infanta Elena de Borbón y su entonces esposo Jaime de Marichalar presenciaron los cortejos procesionales del Jueves Santo en 2002. La lluvia ocasionó que sólo pudieran contemplar la Quinta Angustia y el Valle, aunque pudieron presenciar sin sobresaltos la salida de la Macarena en el balcón de la Basílica.

En el recuerdo reciente está la visita que Felipe VI, en la que era su primera Semana Santa como monarca, realizó el Lunes Santo de 2015. Aunque estaba destinada a ser una visita de índole empresarial, finalmente el rey hizo un hueco en su agenda y presenció el paso del Cautivo de Santa Genoveva por el Parque de María Luisa. Luego visitó los pasos del Museo y del Santo Entierro, donde fue recibido en calidad de Hermano Mayor. Presenció desde el palquillo de la Campana el palio de la Virgen del Rosario de San Pablo y los dos pasos de Redención, tocando el martillo del palio de la Virgen del Rocío tras admirar la potente voz de Manuel Cuevas en aquella saeta improvisada que decía aquello de “…orgullo debes tener/Rocío de mis entrañas/ que a ti te venga a ver/y hasta el mismo Rey de España”. De ahí, el monarca acudió veloz a la Parroquia de San Andrés para presenciar el paso de Santa Marta antes de su salida.

Y así es cierto que, hasta los mismos Reyes de España, con intención o no, han dejado su nombre en la Historia de una fiesta que hace honor a la Pasión, Muerte y Resurrección del Rey de Reyes. Mucho más se podría escribir acerca de la vinculación de monarcas y miembros de la realeza con nuestras hermandades y cofradías, con las imágenes que son las devociones de nuestras vidas pero también las de aquellos que han regido nuestro país durante siglos. Una vinculación que hunde sus raíces en la Edad Media, cuando un Rey que llegó a Santo conquistó una ciudad que abrazó de nuevo la cruz de la mano de la Virgen de los Reyes.

 

 

Bibliografía y fuentes consultadas

 

-ABC (editor), La Semana Santa según ABC de Sevilla, vol. I, III y IV, Sevilla, 2012.

 

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco, Historia de Sevilla, Sevilla, Signatura Ediciones, 2006.

 

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco y ROLDÁN, Manuel Jesús. Historia general de la Semana Santa de Sevilla, El Paseo Editorial, España, 2019.