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¿Otro año sin Semana Santa?

Hace poco más o menos un año recibíamos la insólita noticia de que, para tratar de contener al coronavirus, debíamos permanecer en cuarentena durante algunas semanas. Estábamos en los inicios de la Cuaresma y, creo que todos pensábamos que se trataría de un confinamiento de unas pocas semanas que probablemente nos permitiría celebrar la Semana Santa con algunas restricciones. De hecho, recuerdo que, por aquel entonces, muchos hermanos mayores y miembros de juntas de gobierno de varias hermandades y cofradías manifestaban su preocupación por la incertidumbre que para ellos suponía el hecho de no saber si iban a poder contratar la cera, las flores y las bandas. Sin embargo, a las pocas semanas la pandemia mostró su cara más dura y, nos hizo ver la Semana Santa de 2020 no tendría procesiones, aunque un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dejaba la puerta abierta a que éstas pudieran celebrarse en el mes de septiembre, en torno a la Exaltación de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores.

Estos hechos crearon bastante confusión entre los hermanos de las cofradías y también entre todos aquellos devotos y aficionados a las manifestaciones de la piedad popular. En primer lugar, porque empezó a decirse que con estas medidas se había suspendido la Semana Santa, y en segundo lugar, porque algunos entendieron que esta celebración se había pospuesto hasta septiembre. Lo cierto es que la primera de las confusiones, es desde un cierto punto de vista, bastante comprensible. Y es que, en España, hemos tendido a hacer que el concepto “Semana Santa” sea sinónimo de las manifestaciones de religiosidad popular y las paraliturgias que tienen lugar durante la Semana de Pasión, es decir, las procesiones y vía crucis. Así, se habla de la Semana Santa de Zaragoza, de la de Sevilla, de la de Valladolid etc. Por ello, se entiende que algunos asociaran la suspensión de los desfiles procesionales con la suspensión de la Semana Santa. Y esto, nos lleva de suyo a la segunda confusión, y es que, aplicando esta lógica, si en septiembre se realizaban procesiones, para muchos sería sinónimo de la celebración de la Semana Santa más tardía de la historia. Con todo, lo cierto es que finalmente las procesiones se suspendieron durante la Semana de Pasión, no se celebraron en septiembre y, la pandemia nos está haciendo asumir con crudeza que las tan ansiadas procesiones pasionales de 2021 tampoco podrán celebrarse.

Lo visto hacia el momento hace necesario clarificar qué es lo que entendemos los cristianos por Semana Santa, puesto que sólo así podremos entender por qué la Semana Santa no puede nunca suspenderse. Para los cristianos la Semana Santa son aquellos siete días que coinciden con la primera luna de primavera, aquella que los judíos llamaban la Luna de Parasceve. La Semana Santa comienza con la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos y después tiene su punto álgido en el llamado Triduo Pascual, que son los días de Jueves, Viernes y Sábado Santos, que desembocan en el Domingo de Resurrección (puente entre la Semana Santa y la Semana u Octava de Pascua). Por ello, teniendo en cuenta que en estos días se celebran los acontecimientos principales para nuestra Redención como son la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, es lógico que la Iglesia haya llamado Santa o Mayor a esta Semana tan especial.

Para rememorar estos acontecimientos, la Iglesia lleva a cabo una bella liturgia que, no en vano se conoce como la “liturgia de la Semana Santa”. Ésta comienza con la bendición y procesión de los ramos y palmas, y la celebración de la Eucaristía el Domingo de Ramos, continúa con las liturgias propias de los días de Lunes, Martes y Miércoles Santo, y se vuelve solemne al llegar al Jueves Santo. Ese día se celebra la institución de la Eucaristía con la Misa de la Cena del Señor, el día siguiente, Viernes Santo, tiene lugar la acción u oficio litúrgico de la Pasión del Señor, y el Sábado Santo, por la noche, ya en la madrugada del Domingo de Resurrección, los cristianos de todo el mundo celebran la vigilia pascual comenzando así la alegría de la Pascua. Pero, como se sabe, lo cierto es que el pueblo cristiano no siempre ha entendido bien todos estos ritos y celebraciones litúrgicas, y por ello ha querido complementarlos con otros que no nacen propiamente de la tradición de Iglesia, sino que tienen su origen en las tradiciones locales o particulares. Este es el origen de las paraliturgias o actos de piedad popular que son los vía crucis y las procesiones que complementan (pero no suplen) la liturgia de la Iglesia y que, en el argot popular, son calificados como Semana Santa.

Visto esto, se entiende como, cristianamente hablando, la suspensión de la Semana Santa sería algo sumamente difícil, por no decir imposible. Puesto que, en primer lugar, esta fecha se repetirá anualmente en el calendario cada vez que en él asome la luna llena de la primavera. Y, en segundo lugar, esta efeméride será siempre celebrada en todos aquellos lugares en los que haya una comunidad de seguidores de Jesucristo. De hecho, el confinamiento nos ha mostrado la potencia de esta afirmación, puesto que, durante los días santos, los cristianos han podido celebrar desde sus casas, como Iglesia doméstica, uniéndose a una de las muchas celebraciones que las parroquias, iglesias y comunidades religiosas ofrecían utilizando para ello una impresionante creatividad en cuanto a los medios y a las formas. Por ello, creo que la mayoría de los cristianos pudieron no solo experimentar que, pese a todo, la Semana Santa no se había suspendido, sino también sentirse en comunión con sus hermanos en ese adentrarse en el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Esto no quita que no se extrañaran las celebraciones presenciales en las iglesias y, por supuesto, las procesiones en las calles, puesto que creo que todos notamos que nos faltaba algo.

Este año 2021 la cosa ha cambiado, pero no demasiado. La Semana Santa llegará y se celebrará, pero esta vez esperemos que las limitaciones sean más ligeras que las del año pasado y nos permitan acudir a las iglesias a celebrar la liturgia orando en comunidad. Esto es algo muy importante, puesto que, si algo hemos experimentado es que lo online no suple lo presencial. Pero, con todo, no podremos celebrar nuestras ansiadas procesiones. Por ello, creo que es momento de ser creativos y prudentes para encontrar soluciones que nos permitan también dar un paso más y salir de lo digital para tratar de vivir la Semana Santa de una manera que sea a la vez presencial y respetuosa con las normas y con el cuidado de la salud de los demás. Y esto, no pasa solo por ver qué es lo que la cofradía me ofrece, sino también por plantearse qué es lo que puedo ofrecer yo a la cofradía y qué puedo hacer para preparar mi corazón para unirse al Señor que es descendido de la Cruz y a su Madre de las Lágrimas, sea en solitario por las calles, sea en el interior de las iglesias, o en la intimidad de nuestros hogares.