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Cuando al fin se manifieste

¿Qué será cuando al fin se manifieste

estrenando una túnica celeste

y vista de celestes el domingo?

(Antonio García Barbeito)

 

En el tramo final de la película El Retorno del Rey, que culmina la trilogía de El Señor de los Anillos, los dos protagonistas, a escasos metros de conseguir su cometido, se detienen desazonados, agotados física y mentalmente. Uno de ellos, el fiel amigo que acompaña a quien debe cumplir la misión, invita al otro, en una evasión de la realidad, a recordar su tierra, sus ensoñadores paisajes y sus costumbres. Pero el protagonista, deteriorado por la carga de la misión, confiesa impotente que no puede recordar nada.

Les confieso que a veces me he sentido identificado con estos personajes. Por un lado, por el que invita a buscar los recuerdos de un ayer que, tras el año vivido, parece más lejano que nunca. Por otro lado, y precisamente por esto último, a veces me cuesta recordar. Pero aquello que el hombre ha vivido con felicidad queda más grabado en el corazón que en la mente. Por eso, aunque a nuestros ojos tal vez les cueste recibir la película de nuestra infancia constante de la primavera, sabemos que está ahí, como el protagonista del filme sabía que su tierra estaba, aunque no la recordara.

En el ya consumido 2020 hemos tenido que asistir, como cofrades, a un camino de ausencias que se prolongará al menos hasta la primera mitad del año nuevo. Hemos realizado muchos sacrificios, y tendremos que seguir haciéndolo. Pues si queremos que algún día vuelva, tendremos primero que hacerla venir. Y eso solo se consigue con nuestro ejemplo. Y en lo que dura la espera, tenemos que hacerla vivir. Y eso solo se consigue con el recuerdo.

Porque ese recuerdo algún día se manifestará, con renovado impulso, ante nuestros ojos. Por eso es importante que lo mantengamos en el corazón. Porque este escribe sincero y leal. Y llegará un día, ¿Cuándo? ¡Ojalá lo supiera!, en que tengamos que escribir todos juntos la emoción de una nueva primavera pero también de un año entero cargado de citas y rituales inalterables a la vejez de nuestra piel.

Como decía el poeta, ¿Qué será cuando al fin se manifieste? Llegará el día en que el recuerdo venga de nuevo bajando las maderas de la rampla del Salvador y el sol apriete en la hora más feliz del domingo. Se formará de nuevo ese pellizco escuchando la salida de la Victoria y la Paz en el Porvenir. La tarde caerá sobre el fondo de la conversación entre la Amargura y San Juan. Y el primer cansancio, feliz cansancio, se atenuará en la mirada de la Estrella.

¿Qué habrá sido de aquella niña que subió a los hombros de su padre para ver de cerca a la Virgen de San Roque? ¿Y de aquel matrimonio castellano que hace unos años se encontraba en el Salvador contemplando el fusionado cortejo de la Vera Cruz y las Penas? ¿Y de aquella muchacha que, abrazada por su novio, lanzaba un tenue beso con los dedos a la Esperanza mientras esta salía de la Alfalfa buscando la primera luz del sol en su cara?

Las manos tiernas de los niños que piden caramelos o estampas. Las manos arrugadas de los nazarenos del último tramo. El penitente que camina erguido por el camino más corto. El que regresa encorvado en la hora nocturna. Los aplausos a San Gonzalo por sentar cátedra trianeando. El silencio de la recogía de Santa Marta, roto por la campana que tañe por la Caridad entregada. La luz del sol bañando las cornisas de Alfonso XII. La luna sobre la calle Castilla el Viernes. El crujir de la Madrugada. Dios caminando con la cruz. La plata de María Inmaculada. El órgano de la Magdalena. Los tambores fúnebres a la sombra de San Marcos. Las Hermanas de la Cruz cantando la alegría de la Resurrección.

Algún día se manifestará una mañana de romero y altares, de la Hiniesta y el Señor de la Cena, de cantos y rezos al Santísimo Sacramento. Meses más tarde, el sueño de Fernando III asomará bajo el dintel de la Puerta de Palos con la sonrisa que hubo de conquistar a generaciones de sevillanos. Y las caras cansadas de quienes han renovado la peregrinación volverán a hablar sin decir nada. Porque estará escribiendo el corazón. Porque el sevillano, el de la capital, el de pueblo, sabe que diciendo nada, se dice todo.

Como se dirá todo cuando se manifiesten las ruedas de las carretas de bueyes tras los Simpecados, tomando los caminos hacia las marismas, donde la Blanca Paloma llevará siempre al Pastorcito Divino en su regazo para enseñar que el único camino de Fe pasa por el fruto bendito de su vientre. Y como se manifestará en las Glorias de la ciudad, desde la Alegría a la Pura y Limpia, desde la Salud al Amparo.

Algún día volverá ese calendario de ritos de nuestros pueblos. En el Aljarafe, marcaremos la Candelaria para la Oliva en Salteras y el 25 de julio para alabar al Señor con Santiago en Villanueva del Ariscal. El 5 de agosto proclamaremos el patronazgo de la Virgen de las Nieves en Benacazón. En Umbrete, el privilegiado Corpus dará el relevo a San Bartolomé. Y el día de la Natividad de la Virgen, lo celebraremos en el marco inigualable de Loreto. Una pausa en el verdeo nos hará rezar las cuentas del Rosario en Benacazón. Y el final de la recolección se marcará por romería en Cuatrovitas. Y ya, entrado el Adviento, en Umbrete la Catedral del Aljarafe proclamará gozosa el Dogma de la Pureza de María.

Cuando el protagonista de El Señor de los Anillos consigue cumplir su misión, abre los ojos perplejo, como si despertara de un letargo y confiesa a su fiel amigo que, ahora sí, ve todo lo que antes le había sido negado. Sólo cuando se liberó de la carga y dejó atrás toda oscuridad, consiguió ver de nuevo la primavera de su tierra. Tal vez es eso lo que necesitamos. Cuando llegue el momento, que llegará antes o después, y dejemos atrás la oscuridad, podremos volver a sentir la manifestación de nuestra primavera, de nuestra infancia recuperada por la vida.

 

Cada uno de ustedes, esperará sus momentos. Yo esperaré los míos, entre ellos, la sombra imponente de mi Cristo de la Vera+Cruz y el bamboleo de las esmeraldas de la Esperanza. Mientras, hoy uno de enero, renovemos espera, renovemos sueños ante aquel que siempre, hasta en los momentos más duros, manifiesta su Gran Poder. El Año Nuevo ha nacido una vez más en la Plaza de San Lorenzo.  Bendita manifestación de Dios.