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Fernando Vaquero para pintar la nueva luz de la Semana Santa

A lo lejos, todavía muy a lo lejos (como no puede ser de otra manera) parece vislumbrarse ciertas luces de optimismo y esperanza gracias a los avances de la ciencia y la investigación. Con mesura, cautela y recuerdo a las miles de personas que no volverán a ver jamás una Semana Santa (ni a sus familias, huelga decirlo), en Cinturón de Esparto se ha querido, humildemente, contribuir a acercar la normalidad que todos anhelamos, si bien estará marcada para el resto de nuestros días por este año fatídico.

En 2021, probablemente, volvamos a conmemorar (que no a celebrar) la Semana Santa, con muchas más libertades que la pasada primavera. Ya ven, no hay dos años iguales. Bien porque cambian los ojos, porque cambian los tiempos, porque cambia el mundo. Estamos asistiendo a unas horas fundamentales en la historia de nuestro planeta, que ve desfigurarse su sistema global y social. Por eso, el cartel de prolífico Fernando Vaquero tiene la ardorosa misión de anunciar lo que será pero no será del todo.

En estos últimos meses todos sus carteles han cobrado vida: el cadáver sagrado de Carmona, solo, sin más compañía que la penitencia de no despedirse; el de Marchena, donde todo polvo y toda ausencia han sido la trágica reseña de un día a día agotado de monotonía; el de la Esperanza envuelta en oscuridad sin más luz que la luna de su rostro. El de la Angustia (quinta, sexta, miles) buscando explicaciones, respuestas, claridades a la par que recoge la sangre reseca de una Semana Santa nunca existida.

La nostalgia (en mayor o menor medida) es nuestro frágil alimento cerradas ya las puertas de Santa Marina. Ahora bien, la  nostalgia cercana, en tiempo y espacio, es la que se nos revela en nuestras muchas veces imaginadas proyecciones. ¿Qué nostalgia recrear, de qué nostalgia servirse cuando todo ha sido sino galerías, escaleras, televisiones, ausencias? ¿Qué escribir, qué pintar, qué soñar si no se han sembrado nostalgias, sino extrañezas y miradas al vacío?

Más que su técnica (incuestionable) aguardamos su equilibrio, su profesionalidad, su templanza, su mensaje. ¿Cómo será la nueva Semana Santa de Fernando Vaquero? ¿Cómo fue la de 2020? ¿Qué ha sido de su vida, de su memoria, de su propio tiempo? ¿De su propia historia?

Nadie sabe dónde estaremos en febrero, marzo, la próxima primavera, parafraseando a Manuel Molina. Solo albergamos la esperanza de poder anunciar, de poder vivir, de poder respirar el claro mediodía del Domingo de Ramos. Solo esperamos el cartel de Fernando Vaquero, puerta entreabierta por la que se deslizará la luz del amanecer, de otro nuevo nacimiento de la Semana Santa de Sevilla.