Blog

Las cofradías en tiempo de COVID-19. ¿Desaparición o adaptación?

La actual situación de alerta sanitaria derivada de la pandemia de COVID-19 ha provocado la desaparición de los cultos externos en gran parte del globo. En Andalucía, los cultos externos no son un mero complemento al culto interno, sino que son algo intrínseco de la cultura de esta tierra. No se entiende la idiosincrasia andaluza sin la celebración de procesiones, romerías y demás actos religiosos ligados a la participación del pueblo en la calle.

La facilidad con la que se propaga un virus tan peligroso como es el coronavirus ha hecho que hermandades, parroquias y demás organizaciones religiosas suspendan todos los cultos externos en un plazo, en la mayoría de los casos, excesivamente largo. Hace pocos días, el Obispo de Almería comunicaba que todas las procesiones programadas para lo que resta de 2020 quedaban suspendidas.

Ante esta panorama, cabe formular la siguiente cuestión: ¿debemos dejar de lado a los cultos externos hasta que haya vacuna o un tratamiento eficaz —algo que podría tardar varios años, si es que llega, pues el número de vacunas que existen en relación a la multitud de enfermedades que se padecen es ínfimo— o debemos adaptar los cultos externos a la situación sanitaria? Por el momento, parece que, en buena medida, se está olvidando que uno de los fines principales de las cofradías es el de dar testimonio público de fe. Se suspenden los cultos externos casi por inercia, sin tener en cuenta las variables y todos los escenarios posibles.

En esta situación de dejadez, el futuro de los cultos externos parece ser bastante desagradable durante un largo tiempo. Para evitarlo, las cofradías deberían «desescalar» y mostrar su interés de cumplir con uno de sus fines más importantes como es el de acercar la religión al pueblo. ¿Es el COVID-19 el fin de los cultos externos o es una oportunidad para reinventarse y demostrar que las cofradías no son algo que se mueven por inercia, sino que son algo vivo? A lo largo de la historia, las civilizaciones que han decidido optar por no adaptarse a las adversidades han desaparecido o se han visto fuertemente mermadas, mientras que las que se han adaptado han seguido adelante con mayor brillantez si cabe.

En la cercana situación de nueva normativa (lo de «nueva normalidad» lo dejaremos para la política), las cofradías deben adaptar los cultos externos a las circunstancias, al igual que lo han hecho otros sectores. Quizá sea el momento de proponer soluciones imaginativas como la ampliación de los recorridos y control del público, la entronización de las imágenes en unas andas que puedan ser portadas garantizando las medidas de seguridad o la reducción de los cortejos. La pelota está en el tejado. Ahora deben ser las cofradías las que decidan entre adaptarse hasta que volvamos a la normalidad o quedar relegadas en el olvido y, con ello, en un serio peligro de extinción.