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Joselito El Gallo: devoción y legado del torero de la Esperanza

Ven pasajero y dobla la rodilla

que en la Semana Santa de Sevilla

porque ha muerto José, este año estrena

lágrimas de verdad la Macarena.

 

Este fragmento del poema de López de Alarcón ofrece una perspectiva sobre el impacto que produjo en la sociedad sevillana la trágica muerte del torero Joselito El Gallo, hecho del que hoy, 16 de mayo, se cumplen cien años. Una de las efemérides que pretendía celebrar la Hermandad de la Macarena en un año repleto de actos extraordinarios.

El torero y la hermandad

Nacido en la localidad de Gelves, José Gómez Ortega, Gallito, pronto se trasladó con su familia a una casa en la Alameda de Hércules, en la que se instaló un oratorio con una réplica de la Virgen de la Esperanza. La cercanía con San Gil y la devoción de su madre, Gabriela Ortega, a esta Dolorosa, provocaron el paulatino acercamiento de Joselito a una devoción en auge. Nos encontramos en el primer tercio del siglo XX, cuando cobran ímpetu cofradías con un fuerte componente popular, como la Hiniesta y la Macarena, en una época en que Juan Manuel Rodríguez Ojeda revoluciona la estética de la Semana Santa con sus diseños y bordados.

Precisamente la figura de Rodríguez Ojeda, otro de los nombres ilustres de la corporación macarena, determinó parte de la relación del torero con su hermandad. Un idilio, el del mundo del toreo y de las cofradías, que ya por aquel entonces era legendario y que se perpetuaría a lo largo del siglo XX con otras históricas figuras de la tauromaquia y sus respectivas hermandades.

Decimos que Rodríguez Ojeda, miembro en varias ocasiones de la Junta de Gobierno de la hermandad y amigo del torero, condicionó parcialmente esa relación porque fue precisamente la amistad que les unió a ambos la que llevó a Joselito a tener a Juan Manuel como asesor a la hora de efectuar las importantes donaciones patrimoniales que legó a la Virgen y a la hermandad.

El 14 de agosto de 1912, siendo todavía un novillero, pero muy reconocido, Joselito se encerró en la Maestranza enfrentándose a seis astados a beneficio de su hermandad, que por aquel entonces tenía intención de hacerle una corona de oro a la Virgen. Era Rodríguez Ojeda una de las personas que más empeño había puesto en ello. Una obra que pudo materializarse en 1913, con diseño de Juan Manuel y la ejecución de la Joyería Reyes, costeada en parte por los beneficios, unas 3.000 pesetas, de esa corrida de Joselito con toros de la ganadería de Eduardo Miura. Una corona enriquecida en años posteriores y que actualmente lleva en sus sienes la Virgen de la Esperanza cada Madrugada.

Pero fue un suceso acaecido en 1913 el que unió definitivamente al torero y a su Virgen de la Esperanza. El 17 de agosto, en San Sebastián, un toro le cogió por el pecho, siendo frenado el pitón al chocar con una medalla de oro y brillantes que le había regalado su madre con la imagen de la Macarena. Desde entonces, el torero siempre visitaba a la Virgen en San Gil antes de salir de viaje. Además, regresaba a Sevilla en vísperas de la Semana Santa, pues pasaba el invierno en el campo tentando y acosando ganado bravo, para salir de nazareno, vistiendo la ropa de capa que había sido diseñada por Rodríguez Ojeda años antes.

También diseñó Juan Manuel el nuevo traje de la Centuria de los Armaos, costeando Joselito El Gallo su ejecución en el año 1915. El torero llegó a ser miembro de la Junta de Gobierno de la hermandad durante cinco años. Primero ocupó el cargo de Fiscal y después el de Consiliario, cargo que ostentaba cuando le llegó su prematura muerte. Su fama en los ruedos le hizo estar fuera de la ciudad constantemente, lo que le impedía asistir a los cabildos. Pero no fue suficiente para distanciar a Joselito de la hermandad, para cuyo beneficio volvió a torear el diestro en la Plaza Monumental de San Bernardo en junio de 1916 y en octubre de 1919.

Las mariquillas y los varales de oro

Pero el legado más universal y conocido que Joselito legó a la Macarena son las conocidas mariquillas verdes, que la tradición erróneamente asoció con esmeraldas. Son cinco broches de aire modernista con forma de flores y realizados en cristal de roca verde. Piezas de un art decó que por entonces era tendencia en París, en cuya ciudad compró el célebre torero estas cinco piezas que entregaría a Rodríguez Ojeda en fechas cercanas a la imposición de la corona de oro. En algún momento posterior a esta historia, las lancetas que llevaban los broches para fijarlos a la ropa serían sustituidas por los actuales muelles que otorgan ese característico movimiento del que se han hecho eco cronistas, poetas y pregoneros.

También es conocida la intención de Joselito por realizar varales de oro para el palio de la Virgen, llegando a consultar presupuesto a Rodríguez Ojeda. Un sueño que se vio truncado por la trágica muerte del diestro en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920, cuando contaba con apenas veinticinco años de edad.

El luto de la Macarena y un Funeral “de Estado”

En cuanto conoció la triste noticia, Rodríguez Ojeda vistió de luto a la Esperanza, en una de las imágenes más conocidas de la Señora de San Gil, completamente vestida de negro, con un pañuelo entre sus manos y la corona de oro sobre su cabeza. Mucho se escribió sobre el monumental catafalco levantado en San Gil para el funeral del 20 de mayo predicado por Sebastián y Bandarán con el que la hermandad honraba a uno de sus hermanos más ilustres. La Virgen de la Esperanza se encontraba para la ocasión en unas andas delante del presbiterio, presidiendo el duelo del funeral Muñoz y Pabón.

Fue precisamente este canónigo y escritor onubense quien protagonizó uno de los episodios más recordados tras la muerte de Gallito al defender la celebración de un funeral en la Catedral por el alma del malogrado torero. Se originó un fuerte debate llevado a la polémica por parte de aquellos que no veían con buenos ojos celebrar, por la muerte de un torero, un funeral “casi de Estado” delante del Altar Mayor, con catafalco, blandones de plata y música de Eslava. La mencionada defensa que realizó a favor Muñoz y Pabón provocó que el pueblo de Sevilla, mediante suscripción popular, le regalase la pluma de oro que cada Madrugá lleva prendida en su saya la Virgen de la Esperanza.

Auténticas muchedumbres acompañaron a Joselito en su último adiós, así como en el traslado de los restos al cementerio de San Fernando. Allí descansan bajo el inconfundible monumento funerario que realizó Mariano Benlliure en el que una joven gitana que abre el cortejo porta la imagen de la Macarena. Un sepulcro sobre el que algunas leyendas situaron el escondite de la Virgen de la Esperanza en los sucesos de 1936. Como sabemos, la historia real es bien distinta.

Hoy, en el centenario de la muerte del rey del toreo, la Virgen de la Esperanza amanece en su camarín con la corona de oro que le fue impuesta gracias en parte al dinero donado por Joselito.

Por otro lado, según ha señalado en sus redes la hermandad, la Virgen porta en su saya, además de la mencionada pluma de Muñoz y Pabón, un pasador, donado por un hermano anónimo, con la imagen del torero y la leyenda Gallito. El recuerdo de una hermandad hacia uno de sus hermanos más universales.

Una hermandad que tenía preparado un amplio programa de actos que han sido aplazados ante la llegada de la pandemia del coronavirus, que no podrá borrar nunca el recuerdo de una figura que pasó de ser historia a leyenda mientras la Macarena vestía de negro por él.

 

Portada: Pintura de José Tomás Pérez Indiano

Bibliografía y fuentes consultadas:

-PASTOR TORRES, Álvaro. ROBLES, Francisco y ROLDÁN, Manuel Jesús. Historia general de la Semana Santa de Sevilla, El Paseo Editorial, España, 2019.

-ROLDÁN SALGUEIRO, Manuel Jesús. Esperanza Macarena, Almuzara, Sevilla, 2014.

-VARIOS AUTORES. Esperanza Macarena en el XXV Aniversario de su Coronación Canónica, Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1989.