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Viernes de Dolores. El inicio de un sueño

Viernes de Dolores. El calendario no miente por más que uno pueda desearlo. La realidad está asumida con resignación y con compromiso, siendo conscientes de que las circunstancias apelaban a vivir este año la Semana Santa de una forma diferente.

Pero nada ni nadie nos ha arrebatado La Pasión. Ha sido un Viernes de Dolores que no hemos podido ver, pero sí sentir. Miles de sueños han galopado por los corazones de los vecinos de Pino Montano, Heliópolis, Bellavista, Polígono Sur, Rochelambert, Triana, el centro y miles de cofrades que en la jornada de hoy han dirigido la mirada hacia el cielo azul de sus infancias machadianas.

Un día en el que este cronista ha recordado aquellas mañanas de Viernes de Dolores en las que la ciudad amanecía con el traje de gala, ofreciendo la mejor de sus sonrisas. Todo ya se encontraba en su sitio: las Iglesias abiertas, los pasos montados, el incienso escapando de todas las esquinas, el azahar alfombrando el suelo de la calle El Silencio. Trasiego constante de personas en el entorno del Salvador, de la Anunciación, donde se celebraba la Función del Valle, o en el Gran Poder. Visitas a los Panaderos, a Santa Marta. La Soledad en besamanos en el interior de la soberbia Capilla Sacramental de San Lorenzo. Las próximas paradas llevaban por destino la Vera+Cruz, San Vicente y la Quinta Angustia. Como diría el compadre, casi ná.

El mediodía siempre me sorprendía con la chaqueta llena de estampas y algunas pulseras y con la ilusión en pausa para reponer fuerzas de cara a una tarde de cuyo vientre salen, en un parto incontenido de alegría, los primeros nazarenos de la ciudad. Porque las Vísperas, y sus nazarenos, son también parte de Sevilla.

Pero no todos los barrios que hoy han sonreído con el recuerdo y con la esperanza tienen nazarenos. De Esperanza precisamente saben en el Polígono Sur. Allí, en una de las zonas de la ciudad donde más se necesita el Evangelio vivo de Cristo, la joven Agrupación de Bendición y Esperanza sigue dando testimonio del mensaje del Nazareno desde su Parroquia, la de Jesús Obrero. Tampoco se hubieran visto nazarenos, pero sí las mismas ilusiones, en Rochelambert, donde Paz y Misericordia hubiera realizado su Estación de Penitencia por segundo año desde que alcanzara el tan soñado rango de Agrupación Parroquial.

Ilusiones de Viernes de Dolores extendidas a las periferias de nuestra ciudad por sus dos extremos: Pino Montano, donde los primeros nazarenos se han convertido en los primeros suspiros de una tarde en la que no se estrenarán las melodías de Salteras tras el palio de la virgen del Amor. Por otro lado, Bellavista, que hubiera salido de una carpa por las obras en su Parroquia, tiene por Estación de Penitencia el sacar adelante el comedor social que mantiene. Una extraordinaria acción social reforzada, con un esfuerzo considerable, en estos días de pandemia y que lleva el Dulce Nombre de María por bandera.

Una tarde que hubiera llenado de capirotes azules las calles de Heliópolis. El misterio de la hermandad de La Misión hubiera alcanzado el Hospital Virgen del Rocío por vez primera. Pero en la corporación claretiana han asimilado que este año la Misión consistía en quedarse en casa rezando por todos aquellos que están en los hospitales, luchando, sufriendo, trabajando.

Y una jornada que, en las horas del relente de la noche, donde la rebequita de turno se convierte en fiel aliada, invitaría a buscar al Crucificado de Pasión y Muerte en las puertas de la Capilla de los Marineros. Allí la Pureza de la Esperanza es también la Pureza de una Fiesta que apenas ha llegado y ya está empezando a provocar nostalgia. El efecto de una noche que podría terminar con la silueta del Cristo de la Corona sobre las regias murallas del Alcázar, perdiéndose en el barrio de Santa Cruz mientras la Giralda certifica la llegada de una nueva primavera.

Este ha sido el Viernes de Dolores que no hemos visto, pero sí el que hemos soñado. Y el que han vivido en el interior de su corazón los hermanos que hoy tendrían que haber acompañado a sus imágenes por las calles de sus barrios. Las Vísperas son también Sevilla. Y Sevilla, este Viernes de Dolores, ha soñado por ellas.