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Una hermosa ilusión

Un aire luctuoso y melancólico recorre el cielo hispalense esta tarde de Sábado Santo. Alfa y omega, principio y fin de un sueño del que Sevilla a su manera se niega a despertar. Sábado Santo de desenlace de la función. La catequética, evangelizadora y artística teatralización de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo va a llegar a su fin. Consumatum est. Los corazones sevillanos se quedan apretados en un puño cuando vemos caer de nuevo, aunque este año de una forma particular, el telón del rito. Ese rito que marca el fin de esos áureos días, que ahora más que nunca clavan en nuestra alma los resplandores fugaces de lo que pudo ser y no fue.

A pesar de todo ha sido una Semana Santa intensa, donde nuestra ilusión de niños del Domingo de Ramos ha sido puesta en jaque por esa testarudez de la dura realidad en desnudar nuestras expectativas. Al niño se le rompió el juguete y a Sevilla se le rajó el velo de su sueño anual, ese velo que cada año se raja en el corazón de los sevillanos cuando el Gitano de la Cava expira su último aliento por el puente de la eternidad en el instante supremo del Viernes Santo.

Este Sábado Santo pasará a ser más que nunca historia viva de Sevilla. Sin embargo en nuestro recuerdo se hacen presente evocadores recuerdos de esa etérea ilusión de siete días que se evapora ante nosotros en un abrir y cerrar de ojos. Esta atípica tarde de Sábado Santo confirma de nuevo en nuestra memoria el colofón de la Pasión según la Tierra de María Santísima, pero nuestra Fe hará que todo cobre sentido: Jesús ha muerto para que vivamos para siempre. Igual que Cristo muere para resucitar, nosotros en nuestro confinamiento estamos muriendo de otra forma para resucitar a esa vida cotidiana que esperamos tanto como el Reino de los Cielos.

Esta tarde vuelve a ser Sábado Santo y en nuestros sueños, túnicas negras y blancas romperán caminos de luz hacia San Lorenzo a la Soledad, que al pie de la cruz, arrasada en lágrimas de dolor, de recogida y más en silencio que nunca, irá recortando la nostalgia por los días que se van. Pálida y desconsolada, sin dilación alguna y como si prisa tuviese, la Señora de San Lorenzo pondrá el epílogo a otra Semana Santa que tristemente ya forma parte del pasado. La plenitud del triunfo redentor de Cristo será de nuevo el motivo donde agarrarse para sobrellevar las desgarradora soledad de otro año más de espera. Con la Soledad se muere una ilusión, pero simbólicamente nace a la vida otra… el comienzo de la cuenta atrás.

Por eso ahora más que nunca dejo esta reflexión como saeta a la Soledad mientras se recoge en San Lorenzo con los faroles llorando lágrimas de cera: ¿Muere un sueño con la Soledad o con Ella comienza uno nuevo?. Al fin y al cabo, la Semana Santa de Sevilla es un sueño y los sueños siempre son sueños.