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La luz y el color de Cerezal en el Cristo del Museo

‘La verdadera esperanza es veloz y vuela con alas de golondrina’, esta frase de Shakespeare es el eje central de la obra que ilustra la protada del Boletín de Cuaresma que ha realizado el artista José Cerezal para la Hermandad del Museo. Luz y color inundan la agonía de Cristo, porque al final de cada túnel el color se impone ante la oscuridad.

Todo es color en la obra de José Cerezal. En la vida, en el día a día, miremos donde miremos, todo es de color. Hasta la ausencia del color tiene color. El color de la espera. Porque la espera necesita también de tonalidades, de pinceles y de luces, porque Sevilla y su Semana Santa son color. La Semana Santa es un abanico inabarcable, una paleta inalcanzable para cualquier artista. Y todo aquel que haya querido acercarse con avaricia y ambición ha terminado por caer al pozo de la negrura.

Pero es que hasta en el color único hay variedades. No, no es la misma luz la del Domingo de Ramos que la del Viernes Santo cuando el Cachorro llega al Puente de Triana con los ojos acercándose, a medias, a la muerte y a la Resurrección.

No es la misma luz la del Señor de la Salud subiendo la Cuesta del Bacalao que la que hay, a la misma hora, en la calle Feria o en el Baratillo. Distintas luces, distintos colores, distintas direcciones. Y distintos tiempos. Porque tampoco la luz de mayo en la risa fugitiva del niño de la Salud de San Isidoro es la misma que la del Niño que duerme en las cuentas del Rosario de San Gil. Una luz más tenue, más apagada, más pronta.