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La Macarena del cajón por Jesús Caballero

La conocida estampa de la Macarena en el cajón, es el símbolo de la resiliencia, de que se pueden sanar las heridas, de la historia, de que al final todo puede salir bien. Esa fotografía, desde la percepción del autor, es el signo más puro de la Esperanza, desde la forma en la que aparece, hasta el contenido de lo que evoca y transmite.

Jesús Caballero, su joven autor, constituye con su obra una exploración personal sobre la idea de la Esperanza desde ese imaginario que contiene la estampa del cajón. Situándose desde una mirada histórico artística y plástica para proyectar y dar forma a todo lo que esa estampa le evoca, utilizando como recurso distintas referencias de artistas que trabajaron el arte como herramienta y como terapia a la tristeza personal que dejaba una experiencia como es la guerra.

Dado que la temática de la obra versa sobre la estampa de la Macarena del Cajón, un cajón mismo es el que la configura y le da forma, superponiendo planos que abarcan diversos discursos y a su vez generan un efecto tridimensional. Un tondo constituye el plano base. Formado por una interpretación libre del azulejo sevillano del siglo XX, evoca a la capilla de la Esperanza Macarena en San Gil, inspirándose en una fotografía de la misma después del bombardeo y en la que se observan los restos de la azulejería que perfilaba la capilla. Azulejos rotos, con cicatrices, heridas, historias, que se reparan y se cubren con pan de oro. No se ocultan las heridas, si no que transforman su discurso, enseñándonos que esa herida forma parte de la historia, haciendo de la tristeza algo bello.

Siguiendo una línea ascendente de planos, sobre el tondo se superpone la Esperanza, una proyección simbólica que literalmente materializa el discurso anterior. La Esperanza siempre aparece sobre nuestras guerras. Todos combatimos diversas guerras (materializadas en esos azulejos), pero todas nuestras guerras traen consigo un aprendizaje, dejando una cicatriz que nos enseña lo vivido, que se cubren con el oro de la Esperanza en que todo mejorará. Es por eso que Ella aparece sobre las heridas.

Por otro lado, los trazos que definen la saya de la imagen se basan en la obra de Hans Hartung y sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial y también del manifiesto del pintor Carlo Carrà. Estrías horizontales blancas, que forman un solo conjunto violento, apasionado, roto. Una proyección de las propias guerras personales a través del caos de la forma, de esas caligrafías que inspiran lo que llamaron ​improvisaciones psíquicas. Discursos de caos e incansable energía, dinámicas salvajes de movimiento y velocidad. Pintura hecha de tonos, ruidos.

En definitiva, volcar el caos de la experiencia propia, de las guerras en una obra que se configura mediante el caos pero es el mismo el que origina la Esperanza como eje, pues ella es el cajón que guarda y acoge todos nuestros anhelos, desconsuelos, flaquezas y guerras.

Por último, la flor vuelve a aparecer como elemento recurrente que hace referencia a la idea de tiempo y el carácter efímero de la existencia humana. Las flores, rosas y nardos (en alusión a la flor con la que la imagen aparece en la fotografía) hacen de la obra algo vivo, expuestas a desaparecer, a cambiar, otorgándole un carácter performativo a través de su propio cambio y transformación. Quedarán los restos, pero siempre estará la Esperanza