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El Corpus, el tesoro sevillano que resurge

Son las seis y media de la mañana de un Jueves de Corpus, aún no reluce el sol porque tímidamente comienzan a asomar las claras del día y en los Terceros se abren las puertas de una jornada triunfal y de fiesta en Sevilla. La temperatura es buena, el traslado del Señor tiene sus adeptos, una cantidad de público que hace que sea cómodo de ver y disfrutar conforme se va acercando al templo de Santa Catalina, cuando el día empieza a hacerse presente dejando unas estampas únicas. Y así hasta llegar al palacio Arzobispal al filo de las ocho de la mañana, cuando se rezaban las vísperas ante la Virgen de los Reyes y la corporación municipal partía desde el Ayuntamiento.

Junto al empeño del Cabildo Catedral por solemnizar aún más la procesión, justo es significar el decisivo empuje municipal para que la ciudad vista sus mejores galas en la mañana eucarística por excelencia. Buena parte de la revitalización que vive ahora la solemnidad del Corpus, especialmente en su aparato estético, es fruto del interés de la delegación de Fiestas Mayores por reactivar la participación de hermandades, instituciones y comerciantes en el ornato de calles y plazas del recorrido. Se ha incentivado la participación y permitido que este año se haya batido el récord de participación de los altares que han engalanado el recorrido de la procesión, cuando apenas hace cuatro años, estábamos hablando de dos altares tan solo y de un cierto riesgo de que esta tradición se acabara prácticamente perdiendo. Claramente eso se ha conseguido superar.


A las ocho y cuarto, cuando los niños carráncanos iniciaban la procesión del Corpus, en la Avenida de la Constitución había poco público y muchas sillas vacías. Parecía entonces que, de nuevo, otro año más, iba a haber escasez de participación por parte de los sevillanos, no así de las representaciones.

Pero nada más lejos de la realidad. Cuando Santa Ángela cruzaba las portadas de la plaza de San Francisco minutos antes de las nueve de la mañana, a ambos lados del cortejo comenzaba a haber más ambiente, incluso en las zonas donde incidía el sol, donde en otras ediciones no había ni un alma. La temperatura más que agradable echó a la calle a una gran cantidad de público, muchísimo más que el que se recuerda hace apenas un lustro.


Aunque la procesión se vio favorecida por un cielo radiante y una temperatura muy agradable, cierto es que durante los primeros compases de la mañana la comitiva se vio arropada por un público más bien escaso. Como de costumbre, la procesión es poco amena en su primera mitad. Sevilla merece más y quizás las escuetas parihuelas en las que salen los santos y el silencio con el que van acompañados no sean los más apropiados.

La animación, sin embargo, fue creciendo a medida que se desperezaba la mañana y los propios participantes en la procesión retroalimentaban las aceras de los últimos tramos del recorrido una vez retornaban al patio de los naranjos de la Catedral. Desde que los niños carráncanos que abrían el cortejo, hicieron sonar por vez primera a las 8.15 horas la esquila, hasta que a las 10.45 horas la Custodia de Arfe asomó a la Avenida de la Constitución a los sones de la Marcha Real para iniciar su recorrido habían transcurrido dos horas y media de reloj.


Cuando la cabecera de la procesión retornó de nuevo a la penumbra del templo metropolitano, en el trascoro catedralicio aún esperaban pisar la alfombra de juncia y romero de la Avenida de la Constitución cinco de los nueve pasos. La escena de la pescadilla que se muerde la cola se repite año tras año, pero este año más si cabe. Algo que reactivaba el debate de cada año. En esta edición ha vuelto a crecer la participación y eso ha hecho que la Custodia saliese de la Catedral un cuarto de hora más tarde de lo previsto. Resulta extremadamente tedioso ver pasar el cortejo completo. Sobre todo, los primeros pasos, hasta San Fernando, que es donde van las hermandades. Una vez el Rey Santo se echa a la calle, la Inmaculada, el Niño Jesús, la Custodia Chica y la de Arfe van casi seguidas.

Y es que de poco han servido los reiterativos mensajes del arzobispo de Sevilla llamando a la mesura en la participación de las representaciones de las hermandades en años anteriores. Las cifras de participantes en la procesión no decrecen. De nuevo, los cortejos de la Macarena y la Esperanza de Triana llevaban más representación que varias hermandades en Semana Santa.


Una vez que avanzaba la hora y se acercaba el medio día, la zona de Alemanes y Argote de Molina hasta el Salvador, presentaban un aspecto impresionante de público. Allí se ubicó la Escolanía de María Auxiliadora, amenizando el cortejo con solemnidad, al igual que en la plaza de San Francisco estaba el Grupo de Cámara Sacra. Fue una de las novedades del Corpus del pasado año que se ha mantenido en esta edición, junto con la meditación que el arzobispo leyó en estas mismas plazas con textos de San Juan Pablo II.


Las más de 5.120 sillas dispuestas por el Consejo de Cofradías a lo largo del recorrido de la procesión presentaron una alta ocupación y se presentaban prácticamente llenas, otro buen dato de que el público y los fieles han llenado las calles y la fiesta del Corpus comienza a resurgir mirándose en el espejo de tiempos pasados.

Esta solemnidad del Corpus Christi, más allá de la sobredimensión evidente de esa primera parte del cortejo, se vive con mayor intensidad cada año. El público que acude sabe qué es lo que está pasando por delante suya. Hace la genuflexión. Guarda silencio. La mañana luminosa de este jueves que reluce más que el sol tiene su cénit en la plaza Virgen de los Reyes. Allí repican las campanas de la Giralda y la tropa rinde honores al Señor, que entró a las 12.27 horas.


Después, la fiesta continúa con el regreso entre multitudes del Señor de la Cena hasta Los Terceros. Con los bares y restaurantes repletos y con un final de la jornada con la Hiniesta, cuya vuelta es todo un clásico.