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Una tarde para la ciudad y una ciudad para la Virgen

Una tarde para la ciudad y una ciudad para la Virgen. Podría haber sido la premisa de una jornada que encajó el sueño de la hermandad de los Negritos con una estudiada delicadeza. Una tarde con el azul de aquel Jueves Santo que no pudo ser, una ciudad que revalidaba su condición mariana y una Virgen rodeada de Ángeles que pregonaban su Gloria.

Eran las seis de la tarde cuando la Virgen de los Ángeles Coronada se acercaba al dintel de la Puerta de San Miguel para encontrarse con su gente e iniciar una procesión extraordinaria que se prolongaría hasta poco antes de las tres de la madrugada, cuando el palio arriaba en el interior de su capilla. En el recuerdo estuvo siempre Fray Ricardo de Córdoba, quien fuera director espiritual de la corporación y que falleció el pasado viernes 17 de mayo.

Con elegancia avanzó en sus primeras chicotás el paso de palio, acercándose al monumento de la Inmaculada Concepción en la Plaza del Triunfo, donde se podía contemplar la imagen sin muchas apreturas. Perfecta la conjunción del palio con el andar de la cuadrilla que comandaban los Hermanos Gallego y los sones de la Banda de las Nieves. Música de Olivares y cera de Umbrete con abejas que vuelan inquietas buscando la luz para alumbrar la Pureza.

El Aljarafe, el horizonte de la ciudad donde se pone el sol del Jueves Santo, también ha querido formar parte del sueño de los Negritos. Hermanos, devotos y cofrades de toda la ciudad y pueblos colindantes hicieron de la bulla una realidad cuando la Virgen llegaba al Andén del Ayuntamiento, dejándose querer por el abrigo de las hermandades que asistían con sus estandartes y por el recibimiento de la Corporación Municipal.
La Banda no cesaba y el público lo agradeció con aplausos cuando, tras sonar la marcha de Pedro Morales, los pétalos caían del balcón del Ayuntamiento y la Virgen se detenía sobre una alfombra de sal mirando hacia la Plaza Nueva.
La luz de la noche, reflejada en la candelería que echaba un pulso al viento, comenzaba a hacerse presente por la calle Tetuán. Ante la Capilla de San José, el espejismo del Jueves Santo se acentúa, prolongándose en la Cuesta del Rosario y la Alfalfa. En la Pila del Pato saluda a las monjas de San Leandro y en Santiago la fraternidad se riega con el Rocío de María, donde se desbordan la emoción y el hermanamiento.
La música, el andar de los costaleros, el exorno floral, los bordados restaurados, todo es comentario grato para aquellos que se congratulan por la presencia divina de la Madre de Dios que regresaba exultante, rodeada de los Ángeles de su gente, los que presentan conjuntamente la credencial de la Fe, la Historia y el Respeto hacia los iguales. Son los Ángeles de los Negritos. Esa es sin duda la mejor de sus coronas.