Blog

Hogar

Ay, hogar, aquellos amaneceres. Aquellas luces en los espejos del aire.

Aquellas ilusiones volátiles en el balcón sin reja de nuestras miradas.

Cuántas veces, hogar, mis manos en el viento de la tela, buscando

Tu calor amigo, siempre humano y siempre claro.

 

Cuántas veces, hogar, he visto sucumbir atardecidas

En el bastón blanco de la luz y de mis pasos.

De ser sol a ser llama. De ser estrella a ser clavel.

Y así hasta ser siempre y ser nunca.

 

Ay, hogar, cuánta sombra y cuántas voces.

Cuánto calor, cuánta nada y cuánto vacío en el cordel

Agrio e intocable de la madrugada.

Y cuántas, cuántas soledades amasadas en los ojos.

 

Se diluyó cielo arriba, buscando la diana total del cielo,

Todo aquello que pensábamos. Tú, con tus espinas blancas,

Abrazabas mis pensamientos y los disparabas a nadie.

No olvides todo cuanto quedó enredado en tu lanza oscura.

 

¿Acaso son tuyos los pasos que hoy

Regresan a aquella cruz de mármol ardiente?

Vuelve, hogar, vuelve, donde incubaste la luz.

A la puerta donde esperas el día, la tarde, el tiempo.

 

Abre otra vez tu túnica de domingo a mi cuerpo, hogar.