Rebrota el verde como una palma de luz,
Brillante semilla en el abismo de la tarde.
Despunta en la sombra, callado anuncio,
De la tragedia en su hora ya insalvable.
Clavan en la piedra, su culpa, los pecadores
Que incluso, en primavera, también yerran los sabios.
Hoy no traen la libertad los libros ni la cátedra
Basta un cirio y la mano que, en su cuenco, la luz amasa
Tres clavos son los del maestro. Atienden todos sin mirar.
Tres las heridas, tres muertes en cada balcón, en cada lirio.
Los ojos a las manos, el pensamiento a la base…
Y la memoria resuelve en su costado la ecuación.
Sol de martes, orilla seca de luz en la espalda.
Duelen más los rayos que la sangre que no existe.
Carne de plata, mortaja sin nervio, músculo intacto
Como un velero en el océano de las nubes.
Mi pecho, como el suyo, sin latido, sin aire.
Es un hombre tan hombre que solo es hombre.
El reloj de abril has detenido en un segundo.
Mi vida te diera por morir tu muerte.
Por un momento, contigo olvidé que vivía.