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Canción recién compuesta

¡Oh, gran Sevilla! Sevilla sin sevillanos / Esto, que así recreas. Tiempo sin tiempo del niño. Sueño de un dios/ Igual que ayer permanece. Sale poco de su casa/ Volverán las oscuras golondrinas / Pasa, Manuel. Tuyos son estos ojos que te lloran / Salgo de esta madrugada medio loco y medio muerto / Ciudad donde habita mi otro yo. Mi yo de enfrente / No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda.

Desde la azotea de Triana se ve Sevilla. Larga, tendida, llana y abierta / Dulces días, dulces ratos los que en Sevilla se gozan / ¡Ojalá Dios decida que muera en Sevilla y que Él abra allí mi tumba el último día! / Sevilla es bella porque siempre es nueva / Sevilla cuando yo muera quiero ser tu gracia pura.

Ha pasado en su lectura mucho tiempo. Muchos años, muchos siglos. Muchas calles, muchas casas, muchas letras. Muchos días, muchos nombres, muchas miradas. Muchos prismas, muchas perspectivas, muchas odas. Han leído, en síntesis deliberada y selectiva, los rostros que nativos y viajeros han ido perfilando en sus anotaciones, sus delirios y también sus exilios, forzados o voluntarios.

En todos ellos se lee casi siempre una palabra, velada o manifestada orgullosa y claramente. Sevilla. Y cuando decimos Sevilla, como bien dice Nogales, decimos que es belleza porque siempre aparece nueva. Y en estos momentos Sevilla vuelve a ser nueva. Limpia, recién lavada, recién tendida, recién estrenada.

Es 1 de enero y el tiempo vuelve a ser tiempo. Unos cuentan, otros descuentan. Unos añoran, otros reciben. Algunos sonríen más, otros sonríen menos. Para unos habrá más luz, y la luz misma no aparecerá para otros. Sin embargo, quien realmente espera, aparece, emerge y se sitúa en el centro de las cosas vuelve a estar presente y dispuesto.

Más poesía. Más Sevilla. Nunca pasa, siempre se queda. Otras dos palabras. Luz de luz. Dios de dios. San Lorenzo.

Gran Poder. Feliz Año.