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La Virgen de los Dolores en Umbrete: la devoción que llegó para quedarse

En la sevillana localidad de Umbrete ya se preparan los actos que cerrarán un año de celebraciones en torno a una conmemoración: la del CC Aniversario de la advocación de la Virgen de los Dolores. Una celebración que cuenta con el respaldo de la Historia y de la Fe.

El historiador Francisco Amores, vecino de la localidad, sitúa el punto de partida para hablar de la advocación de la Virgen de los Dolores en el año 1818, cuando el  capuchino Fray Miguel de Figueras en una visita pastoral a Umbrete predica y glosa sobre los Dolores de la Virgen María, causando fuerte impacto en el matrimonio formado por Antonio Herrera y Manuela Román. Fueron ellos quienes, de forma inmediata, encargaron la ejecución de una talla de candelero para ser vestida que representara a la Virgen María en sus Siete Dolores. El encargo recae en uno de los talleres sevillanos de la época, no encontrándose hasta el momento presente, ninguna documentación que aclare sin matices la autoría de la imagen. Sin embargo, Francisco Amores, con la prudencia propia de un investigador cuyo trabajo aún se encuentra en proceso, la atribuye al taller de Juan de Astorga, ya que posee rasgos estilísticos semejantes a otras obras del escultor, como la talla del cabello, la boca o la barbilla, señalando además que el nivel social de los donantes les permitiría acceder al prestigioso taller de Astorga.

Ante estos datos, puede surgir la duda sobre porqué la hermandad celebra el CC Aniversario de la advocación y no de la talla. Esto se debe a que hay quienes sostienen que la Virgen de los Dolores no pertenece a Juan de Astorga, sino a su hijo Gabriel, lo cual plantearía otro debate: si la actual Virgen es de Gabriel de Astorga, no pudo ser la que llegó a la Parroquia en 1818. Como se ha señalado con anterioridad, Francisco Amores y otros especialistas se inclinan por la opción de que se trate del taller de Juan de Astorga, y por tanto, la Virgen a la que se rinde culto actualmente sería la misma que llegó en 1818, idea respaldada por el hecho de que en los archivos parroquiales no conste la llegada de otras imágenes dolorosas a Umbrete.

Gracias a esos archivos se sabe que en la  Cuaresma de 1818 se celebró una “función de Dolores” el Viernes anterior al Domingo de Ramos, conociendo así la fecha de la llegada de la Virgen, que pasó a formar parte, por decisión del donante y hermano Antonio Herrera,  de la  Hermandad de la Vera+Cruz, la única corporación penitencial existente en la localidad, fundada en el siglo XVI y que carecía de una imagen mariana concebida para ser Dolorosa.

Más allá de 1818, existen datos que muestran la rápida extensión de la devoción a la Virgen de los Dolores, como el hecho de que ocupase el altar que antes había estado dedicado a las Ánimas Benditas, de gran peso en el Umbrete del siglo XVIII, edificándose un retablo neoclásico en las décadas centrales del siglo XIX para cobijar a la imagen. Además, en los libros bautismales de la Parroquia, se observa cómo muchas niñas toman el nombre de Dolores al recibir el primer Sacramento, existiendo el caso llamativo de una niña que aparece registrada en 1819 con el nombre de María de los Dolores de la Vera+Cruz.

En los años 60 del siglo XX, la Virgen sufrió un proceso de restauración en el que le fueron sustituidas las manos entrelazadas en actitud orante por otras, atribuidas a Antonio Illanes, en actitud oferente. La última intervención fue en el año 2010, por parte del restaurador umbreteño David Martínez. Hoy en día, la Virgen de los Dolores sigue siendo receptora de miles de plegarias, ofrendas y agradecimientos de hombres, mujeres, ancianos y niños de Umbrete. Consolidada como una de las grandes devociones de la Hermandad, fusionada con la del Santísimo Sacramento a comienzos del siglo XX, y de la antigua villa arzobispal, recibiendo la medalla de oro en el año 2006.

Muchos son los hogares que cuentan con azulejos de la imagen en sus patios o zaguanes, con cuadros en la cabecera de sus camas y con estampas bajo el cristal de la mesa del comedor de los abuelos o en cualquier cajón del mueble esperando ser rescatadas por intrépidos nietos. Hogares de donde han salido multitud de rosarios, broches o viejos encajes para engrosar su ajuar, un ajuar tal vez humilde, pero hecho con amor, el de un pueblo que quiere a la Virgen de los Dolores, la devoción que llegó a Umbrete hace doscientos años para quedarse.

(Fotografías José Antonio Criado)