Último canto de medianoche a la Virgen de los Ángeles
Muy dentro de mí, el recuerdo de aquellas tempestades de mayo intenta sofocar las llamas invisibles del estío. Aquí, ante tu puerta, paseo perdido y noctámbulo. El asfalto calma con el espejo de la noche clara la sábana ardiente de los días. Doblan, con la medianoche, las campanas, lenguaje universal de la alegría y, a veces, la tragedia.
Ya en el interior, sorprende un ejército de luces que, más que queman, iluminan. Tallos, ramilletes, geometrías imposibles a tus plantas. Y yo –nosotros- al final del escenario, celebrando contigo esta madrugada. Todo repica, todo bate, todo suena en el silencio de agosto.
Dentro de un año volveremos a esta calma, regalo de Dios que nunca descansa. Y entre todos volveremos a cantar, con la voz rota y el recuerdo muerto, tu nombre al cielo del verano:
-¡Ángeles, Ángeles, Ángeles!
Y ellos responderán tu nuevo apellido, reluciente y hermoso:
-… Coronada.
Manuel Lamprea