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Esperanza de Triana, Ancla de siglos

Su respiración sostiene el ancla brillante y fuerte. Sístole y diástole de los vecinos que pasean y se distraen, besan las puntas afiladas las dos orillas de su calle. Pureza en el rostro, en el color, en las aceras. Su encaje de espumas muere en el manto radiante y luminoso.

A sus pies corre el río, manso y de espaldas al tiempo. Se refleja en las aguas la tez insultante de esta mujer. Las manos, cuyas cuencas pintadas de bronce parecen amasar en el aire aquellas cerámicas de Justa y Rufina, soportan el peso de los seis siglos de su nombre.

De ella nace la luz. Porque María es luz en toda tiniebla, en toda agua turbia y embravecida. El mástil de su altar corona esta barquilla que lleva navegando seis siglos a través de las calles indefinidas de la historia. Solo sabemos que Ella estaba siempre, y siempre estará.

 

(Fotografías Manuel Llorente)