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«El valor de Sevilla se conserva en su nivel humano, etnográfico y antropológico»

Ayer estuvo con nosotros Honorio Aguilar, Doctor en Arquitectura por la Universidad de Sevilla, y su estudio se encuentra en la calle Águilas. Proyectos arquitectónicos, reformas e interiorismo en la ciudad de Sevilla. Y se preguntarán, ¿qué tiene que ver la Semana Santa con la arquitectura? Mucho, y con Honorio lo descubriremos.

Antes que nada hablaremos algo sobre tu profesión sin perder de vista la perspectiva de nuestra ciudad. ¿Cómo es la arquitectura de Sevilla? ¿Tiene un patrón fijo, ideal, el patio…, se ha perdido, o conviven?

Sevilla es una ciudad con un patrimonio brutal, donde han convivido muchas culturas, que han dado lugar a uno de los centros históricos más completos de Europa. Es un patrimonio en continua evolución, mal cuidado durante mucho tiempo, aunque hoy día se encuentra en proceso de recuperación. No cabe duda que la casa-patio sevillana es un referente dentro de la arquitectura doméstica mediterránea, heredada de la tipología árabe. No solo hay casa patio barrocas del XVII sino casas contemporáneas que recuperan esa tipología y que le otorgan plena vigencia.

-Hablaba Murube de los cielos que perdimos, y lamentaba cómo él mismo veía que la ciudad se iba transformando y daba paso a una urbe ya completamente adaptada al nuevo siglo. ¿Era necesario ese cambio tan brusco a los nuevos tiempos?

Pienso que no era tan necesario, la ciudad se podría haber conservado mucho mejor. Dentro del casco urbano se han realizado destrozos que no eran necesarios, como el eje Imagen-Laraña o la propia muralla. Sobre todo ese crecimiento en altura se ha acusado mucho. Ha crecido fuera del casco urbano, en unos barrios para mejor y en otras zonas para peor. Cuando se sale del centro histórico, sorprende que la ciudad no sea medianamente bella. La ciudad no ha crecido a la altura de una ciudad que fue capital del mundo.

-Si no me equivoco, Honorio es un apasionado del estilo mudéjar, especialmente el que conservamos en Sevilla. Tanto que su tesis doctoral versó acerca del soleamiento y la iluminación de dichas iglesias. ¿Cómo valora Sevilla el mudéjar? ¿Tenemos conciencia de un estilo que supone la convivencia entre oriente y occidente?

Diría que no hay pleno conocimiento del mudéjar. Estamos tan influenciados por el barroco que el mudéjar pasa por el segundo plano, supone una fusión de culturas y una pervivencia. Es tan singular que deberíamos ponerlos en conocimiento. Hay notables edificios civiles mudéjares de mucha valía, un amplio espectro de edificios que también suscitan interés. Son absolutamente interesantes.

-No solo hay edificios religiosos del mudéjar, también civiles, como la casa palacio de los Marqueses de la Algaba, la casa de Pilatos o la casa Olea. ¿Están suficientemente promocionados?

Hay auténticas joyas escondidas como la casa Olea. Sorprende que sea tan desconocido y se puede visitar. Otros son más conocidos como el Palacio de los Marqueses y te puedes familiarizar con los elementos propios de este estilo (yeso, piedra…). Las iglesias son conocidas, pero no tanto. De las 23 collaciones iniciales se conservan al menos 18, un número amplísimo, y más de la mitad están casi intactas, con su estructura de planta basilical que recuerda a la planta romana, para favorecer la congregación. Esa planta basilical, tras la influencia de la tradición gótica importada por el Císter y su influencia también centroeuropea, dan como resultado las iglesias que hoy día tenemos. Es más, las torres de estas iglesias las confundimos con torres de mezquitas. Hay otras zonas en España donde se desarrolla el mudéjar (Aragón, Castilla) pero el de Andalucía es especialmente singular, sobre todo el que se desarrolla en el cauce del Guadalquivir. En Córdoba recomiendo visitar las iglesias alfonsíes, son muy llamativas. Pero en Sevilla la tipología más significativa es Santa Marina, muy similar a tal y como era originariamente. Omnium Sanctorum es vital para conocer y el estilo pervive con los retablos barrocos y añadidos posteriores. San Marcos, San Andrés, San Gil, San Esteban…  Y todas están orientadas en el eje este oeste, que coincide con la salida del sol en los equinoccios de primavera y otoño, y las calles se conforman según estas situaciones. Pedro I era un gran amante del mudéjar y por eso, tras un principio gótico, el palacio del Alcázar vuelve al mudéjar y estas iglesias condicionan la trama de la ciudad.

-25 de noviembre es la fecha programada para la reapertura de Santa Catalina. Debemos celebrarlo, pero, ¿hay derecho a estos 14 años de cierre total?

Ha sido una pena tanto tiempo, pero al menos se ha conseguido. Como ciudadano me encuentro satisfecho de que se recupere esta iglesia, un edificio muy interesante, y es de las que más conserva de los restos previos al mudéjar. En cualquier otro sitio, sería una iglesia única y tremendamente visitada.

-Honorio, además de tratar la arquitectura, es un apasionado de la literatura, tanto que el aula de poesía del Valle se la debemos en gran medida a su iniciativa. Honorio ha organizado también rutas literarias, especialmente dedicadas al poeta Luis Cernuda. Qué es más difícil, ¿proyectar un edificio o componer una soleá? ¿Qué similitudes hay entre estos dos mundos tan dispares?

Pregunta difícil (risas). Me apasionan las soleares y son difíciles, pero hay que servir. Eso sale o no sale, es como el flamenco. Son cosas tan distintas que pueden ser comparables, aunque siempre se puede establecer una relación. En la literatura hay una métrica, una medida, una matemática, una razón de ser.

-Decía Pérez Reverte, en el prólogo de uno de sus libros, que todo era ficticio excepto el escenario, que nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla. ¿Cuánta razón hay aquí?

Mucha. Es una ciudad que fue capital del mundo y eso ha quedado, pero además tiene una singularidad enorme. Es una ciudad preciosa pero que podría estar muerta y no tendría valor. Su valor está en todo lo que se conserva en su nivel humano, etnográfico, antropológico. Cuanto más la conoces, menos la conoces. Es muy difícil aburrirte.

-Hablemos de Semana Santa. ¿Es esta fiesta uno de los mayores tratados de arquitectura efímera del mundo?

Por supuesto que es arquitectura. El palio es un espacio virtual en movimiento. Proporción aurea, está en el frontal y en el lateral. Es un espacio que tiene movimiento, la fuerza del barroco plasmada en el paso de palio como paradigma de la Semana Santa. Que la candelería sea de menor a mayor, es movimiento. Que los candelabros de cola estén detrás del manto expresa movimiento, deja un halo. Es un invento interesantísimo, y es armónico, por tanto, bello.

-¿Es imprescindible el decorado de Sevilla para comprender su Semana Santa? El trazado de las calles, monumentos, plazas…

Por supuesto. De hecho, las proporciones del palio están adaptadas al alto de las calles, de los balcones… sería imposible haber creado otro paso. Durante cuatro siglos ha ido evolucionando y ha dado resultado a lo que hoy día conocemos. Al igual que la Semana Santa se alimenta del escenario urbano, el escenario urbano se alimenta. Sin la Semana Santa, muchas zonas se hubieran quedado muertas y sin conservación. Si San Bernardo no existiera, el barrio sería otra cosa distinta. Gracias a la Semana Santa la gente sabe dónde están ciertas calles.

-¿Qué pasos pueden ser considerados obras arquitectónicas de gran nivel?

Te diría que por las proporciones y la singularidad del diseño, el paso de misterio de la Carretería, siendo un canasto no tan antiguo, pero es muy original. Los pasos de cristo del Valle también me apasionan, me gustan los pasos clásicos como las Siete Palabras o la Quinta Angustia. En palio… desde el palio del Valle hasta el de los Negritos, pasando por los palios juanmanuelinos como la Amargura.

-Un paso en un lugar.

La Amargura por Conde de Torrejón.