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Niñez y nostalgia en el pregón de las Glorias de Carmona

La mañana, clara y con el ADN de mayo en el color azul de su cielo, dejó paso a un mediodía limpio y cálido. Carmona, ciudad con una historia cofradiera de remotos orígenes, delegó en Rafael Roblas Caride la tarea de pregonar las glorias de María de dicha localidad, una vez que hizo lo propio con el Pregón de la Semana Santa de Carmona en 2011. Alrededor de la una de la tarde, en la Iglesia Prioral de la Asunción y a las plantas de la Virgen de Gracia, patrona carmonense, comenzó la declamación de este cofrade sevillano hermano de Los Estudiantes, El Silencio, la Cena y el Valle, acompañado por representaciones del Consejo General de Hermandades de Carmona, el Hermano Mayor del Silencio y representantes de la institución municipal. El cuarteto de cuerda “Da Capo” interpretó la marcha Madre Hiniesta y Rafael desgranó, cronológicamente, los puntos marianos letíficos más señeros de Carmona.

Los primeros versos los dedicó a la Virgen de Gracia, en forma de soleares, situando el nacimiento de María en septiembre y en la Judería carmonense. Recordó también a su tío Francisco Domínguez Olías, carmonense de nacimiento que tuvo que emigrar a Barcelona pero que siempre llevó consigo a la imagen gótica que condensa las oraciones de todos los habitantes de la antigua Carmo.

Pero estamos ya en el mes de mayo y una de las devociones principales de Rafael Roblas, Doctor en Filología, es María Auxiliadora, a quien evocó desde el altar carmonense, siempre con la mente en Triana y en los Salesianos, colegio en el que estudió y se formó como cofrade. Tomando los famosos versos del “Romance del prisionero”, Rafael hizo un viaje por su niñez y por el barrio de Triana cuando la “Sentaíta” sale a las calles del arrabal: “Que es por mayo, siempre mayo/cuando hiere la nostalgia”. Se celebró mucho una décima que culminó a la manera de Rafael Montesinos: “Caigo una y otra vez/rendido ante la Señora/¡Ay, María Auxiliadora!/¡Devuélveme mi niñez!”

Cómo no, a falta de dos domingos escasos para que el planeta rociero estalle de alegría, Rafael vertebró el tramo medio de su pregón en torno a la Virgen del Rocío y a la Hermandad filial de Carmona, tomando como referencia los puntos más importantes del camino que realiza la corporación carmonense (Alcaudete, Alcalá, el Puente del Dragón…). Realizó una defensa a los peregrinos, verdaderos pregoneros de fe que cumplen cada año cuando, “quebrados como juncos”, se desploman en la reja que los separa de la Blanca Paloma.

No pudo faltar la referencia a la Divina Pastora de las Almas, que durante el año reposa junto a Jesús Nazareno, en San Bartolomé, pero que en junio toma las calles de Carmona con su cayado y su sombrero como guía y como faro. Llegados al ecuador, esto es el mes de julio, lamentó el pregonero la falta de arraigo devocional que la Virgen del Carmen tiene en Carmona, a pesar de que existiera hasta finales del XIX una comunidad carmelita a las afueras de la ciudad. Se registraron unas soleares de altísima calidad literaria: “Carmona no tiene mar/ni faro que alumbre/cuando sopla el temporal”. “¿Tampoco Virgen del Carmen?/ Huérfano se queda julio/Sin gritar ni un viva al aire”.

Pero los momentos más emotivos y profundos se produjeron al llegar septiembre, cuando Rafael recordó la figura de su padre, que un 24 de septiembre acudió al encuentro eterno con la Virgen de la Merced. Un poema en verso libre formó un nudo en la garganta de los presentes: “Hoy quiero, padre, regresarte al verso/tenerte aquí presente/¡Qué terrible dolor guardo en tu nombre!/¡Virgen de las Mercedes!”

Recordó a la Virgen María en el misterio del Rosario para cerrar el pregón con la devoción que lleva a gala y por bandera, absolutamente gloriosa y proclamada en nuestra ciudad antes que llegara a los oídos de Roma: la Inmaculada Concepción de María, preservada de toda mancha de pecado. Trajo los versos de Miguel Cid, defensor a ultranza del dogma, y culminó el capítulo inmaculista con las soleares del Vía Lucis que el mismo pregonero compuso.

Finalmente, la Virgen de Gracia supuso el colofón a un pregón de poco más de una hora en el que Rafael Roblas dio el pistoletazo de salida a este tiempo que, como él mismo ha dejado escrito, “va de Virgen a Virgen”.

Y para evitar caer en el tópico del cierre, compuso tres soleares que levantaron del asiento y provocaron la ovación cerrada del auditorio.

“Solo falta rematar:

Ayúdame, Madre mía,

Poniendo punto y final.

 

Porque pienso que un pregón,

Que acaba con un “he dicho”,

No tiene buen colofón

 

…Y tu cara me dictaba,

El más bello de los versos:

Te quiero, Virgen de Gracia”.

 

Al finalizar el pregón, el presidente del Consejo de Carmona felicitó a Rafael por tan brillante texto y se le hizo entrega de una orla conmemorativa que a buen recaudo guardará como oro en paño.