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La Virgen del Rocío, al encuentro de sus romeros

(Reportaje de José Campaña, Francisco Castañeda y Victor González)

La Virgen del Rocío volvió a cumplir con su cita del Lunes de Pentecostés, en la que su pueblo de Almonte la sacó a las calles de la aldea. Una salida un tanto insólita y atropellada, ya que cuando aún quedaban por pasar ante la ermita las seis últimas hermandades, las más antiguas, que ni siquiera habían abandonado aún la Plaza Doñana, donde se celebraba el Rosario de las Hermandades, los almonteños saltaban la reja de forma incontrolada y con mucho nerviosismo a pesar de los intentos de los santeros por retrasar el momento.

Mucho antes de lo habitual, de las más tempranas que se recuerdan, eran las 2:34 de la madrugada del Lunes de Pentecostés y la multitud que llenaba el interior del templo se mostraba insólita ante tal hecho. Al menos, los almonteños que habían saltado para coger las andas de su Señora se quedaron inmóviles hasta que por fin se impuso el criterio de los más veteranos y todos permanecieron tranquilos a la espera de la llegada del Simpecado de la Hermandad Matriz, que se apresuraba por la calle La Romería.

De forma un tanto polémica y ante el Simpecado de la Hermandad de Triana, cuando aún restaban 10 minutos para las 3 de la mañana, la comitiva de la Matriz entraba en la nave central del Santuario encabezada por la hermana mayor, Eva Toro, que apartaba a quienes invadían el pasillo del templo para llegar cuanto antes al altar. Fue entonces cuando la Blanca Paloma descendía la escalinata del presbiterio y realizaba su salida hacia el exterior de forma limpia y rápida a la explanada. Ello hacía patente que la reforma acometida en el paso para el ensanchamiento de su base, resultaba efectiva y los almonteños no se agarraban tan fácilmente a los varales.

La primera mitad de la procesión tuvo la estabilidad fue la nota dominante, a pesar de la notable presión que la muchedumbre ejerció durante todo el recorrido y así hasta el amanecer, la Blanca Paloma fue visitando sin sobresaltos a las primeras filiales. Con el alba del día llegaron también algunas de las estampas más reseñables de la Romería del Rocío cuando la Virgen realizaba su paso por el Real, las visitas y las salves ante las filiales de Huelva y Triana o la casa de las camaristas. Cuando salía el sol,un manto de niebla cubrió a la Señora a su paso por la filial de Gines y el resto de Hermandades que allí se agolpaban para realizar su presentación dejando unas estampas magníficas y de especial belleza.

Ya en su discurrir por la calle Almonte y la calle Moguer, que llevaría a la Virgen hasta el Santuario, el cansancio comenzó a hacerse mella y las caídas de las andas se empezaron a suceder, aumentando el ritmo de la procesión ante el riesgo de lluvia que existía, pero que no se hizo presente. Esto hizo que tras la visita a la última hermanda, la de Moguer y los rezos ante la casa de la Matriz en el lateral del Santuario, la Virgen cruzase la concha que preside la fachada de su templo cuando eran las 11:30 horas, también bastante antes de lo habitual, para depositar a la Virgen sobre su altar apenas un par de minutos después.


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