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Contrastes del Viernes Santo en Sevilla

Amanece una mañana de fría primavera después de la luna de Nissan con ese tono característico que sólo tienen los Viernes Santo, como cuando la media sonrisa de la Esperanza inunda Sevilla. Todo se va cumpliendo.

Otro día para disfrutar de una nueva jornada, otra oportunidad que se nos brinda. Y es que los sevillanos no vivimos años, vivimos Semanas Santas, en la que ninguna es igual a la anterior, pero en todas se para el segundero y el sentimiento aflora, como el azahar que brota en cuaresma.

El viernes comenzó con su claridad propia y sus nubes en tonos grises que anunciaban el final de la noche más bonita del año. Bajo un ambiente de incertidumbre, las primeras hermandades que debían de poner su cruz de guía en la calle pidieron tiempo, la Esperanza aún no se perdía.

Fue a eso de las cuatro de la tarde cuando un chaparón, corto pero intenso, azotó Sevilla, lo que hizo que la jornada se retrasase poco más de una hora. Pasado ese periodo de zozobra, el arenal romántico salió a lucirse con la túnica de nazarenos más elegante de la ciudad, el misterio de la Carretería y el Dios hecho gitano que expira en la cava con la Señorita de Triana ya salían en la calle.

No tardaron en salir la Soledad y el jorobaito de Triana, el día se iba mejorando. Desde el centro de la ciudad, San Isidoro volvió a pedir tiempo para acudir a la Santa Iglesia Catedral. En la Magdalena con Monserrat, Jesús salió a la calle a absolver a Dimas. El Muñidor y los dieciocho ciriales cruzaban Sevilla para dar Mortaja al Señor. Los retrasos se superaron y todo parecía que recorría su curso natural, hasta que el mal sabor de boca volvió, y la solemnidad del segundo día de luto se perturbó, otra vez, por la lluvia.

A eso de las once de la noche, una manta de agua recayó sobre la ciudad de las ciudades. Carretería y la Soledad apenas habían llegado a sus templos, cuando comenzó todo. El Cachorro estaba en el Arenal, continuado de la O que siguió el paso de la primera hasta Triana, recortando su recorrido propio. San Isidoro y la Mortaja en carrera oficial, Monserrat se volvió sobre sus pasos a la Santa Iglesia Catedral.

La situación climatológica turbó y cambió lo que iba a ser un nuevo día de luz y completo a estampas inéditas y una jornada marcada por nuevos contrastes como las hermandades de Monserrat y la Mortaja a la espera en el interior de la catedral o la vuelva del Cachorro seguido de la O. Las hermandades más afectadas fueron las trianeras, que con el calor y el apoyo del público pudieron acabar, en una vuelta corta a sus templos, pero llena de sentimientos, sus estaciones de penitencia. Monserrat y la Mortaja completaron sus recorridos después de permanecer en la Santa Iglesia Catedral el tiempo estimado y preciso para que pasase la borrasca y, San Isidoro regresó a su parroquia sin apenas permanecer en el interior de la Catedral hispalense.

Se cumplió, fue Luz y oscuridad en un Viernes Santo donde se volvió a parar el tiempo.