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La Verónica contemporánea

Cuenta la tradición cristiana, que durante el viacrucis de Jesús hacia el Monte Calvario, una mujer, llamada Verónica, tendió a Cristo un velo para que se enjugara el sudor y la sangre. En dicho velo, quedó reflejado el rostro de Cristo de manera milagrosa. De dicha mujer, «la Verónica», no hablan los evangelistas, pero se cree que es una necesidad cristiana de reflejar la piedad y el sufrimiento de Jesús, un deseo de revelar el verdadero rostro de Nuestro Señor.

Y precisamente eso es lo que voy a echar de menos este año cuando, si Dios quiere, pueda contemplar el paso de Nuestro Padre Jesús con la Cruz al Hombro de la hermandad de El Valle, el rostro de Cristo.

Vaya por delante todo mi respeto a Guillermo Paneque, autor del paño, y del que me consta que tiene una gran formación y una dilatada carrera. No soy quién para opinar de los aspectos técnicos de la obra, solo pretendo dar mi opinión como cofrade, y sobre todo como católico.

La Semana Santa tiene que estar abierta al cambio social que experimenta la población,  debe superar ciertos anacronismos que a día de hoy son vestigios del pasado. El mismo  Santo Padre está dando un giro a la encorsetada tradición cristiana, a  sus valores, a su Fe. Se puede estar más o menos de acuerdo, pero ahí está. Pero ¿es necesario trasladar ese cambio a todos los estamentos cofrades? ¿Tienen las cofradías que adaptar su patrimonio a la sociedad actual? Yo lo tengo claro, NO. Las cofradías son albaceas de un patrimonio artístico de incalculable valor, y su obligación es conservarlo, protegerlo, y a ser posible, mejorarlo.

La estética, el arte, los artistas, todos tienen que estar al servicio y necesidades de las cofradías, y no al servicio de los gustos particulares o de las tendencias actuales. Y el arte contemporáneo, no es una excepción. Si una obra, por muy buena que sea artística o técnicamente no sigue el sello, la imagen, la línea ornamental de una hermandad, no debe tener cabida en la misma. Y de la preservación de la idiosincrasia de una hermandad, solo es responsable la propia hermandad.

Sobre la obra en cuestión, para el sevillano y cofrade de a pie, sin entrar en aspectos técnicos del que solo un profesional entendido en la materia puede opinar, son varias las preguntas que pueden hacerse, ¿te gusta la obra?, ¿ sientes o ves reflejado el rostro de Cristo?, ¿ puedes apreciar el sufrimiento de la pasión ? Cada uno que se responda así mismo.

Yo voy a predicar con el ejemplo y responderé a estas cuestiones tratando de justificar mis respuestas. No me gusta la obra, no veo reflejado por ningún sitio el rostro de Jesús, ni aprecio ningún tipo de atributo pasional.

Como cristiano y creyente, necesito ver y sentir en lo que creo, una imagen a quien rezar, una reliquia a la que adorar, una mano a la que besar. Pero  lo necesito de manera clara, concisa y tangible. Y yo, aquí, en este velo sagrado que debe reflejar el rostro de Cristo, el rostro de la Fe, lo que necesito es precisamente fe para apreciar algo, porque no aprecio ningún rostro, y menos el de Cristo.

Seguro que el artista es fiel a sus ideas, fiel a su obra, fiel a su modo de sentir y a su modo de  expresarse, por ello creo que son las propias hermandades las que deben  velar por la conservación de lo tradicional cuando ello es necesario. La innovación no tiene que estar reñida con la tradición, pero hay que veces que no tienen que ir ni van de la mano. Aquí en mi opinión, un ejemplo.

En resumen, hay cosas que son lo que son, no le demos más vueltas, el paño de «la Verónica» es lo que es, un reflejo del rostro de Cristo, una reproducción iconografía del Señor, más o menos moderna o contemporánea, más o menos innovadora, y yo, por mucho que lo intento, no veo nada de eso.

Tengo la suerte de tener entre mis amigos a un conocido imaginero y  artista cofrade de Sevilla, y charlando con él me aportaba algo de luz al tema desde el punto de vista técnico. Pero en lo referente al tema cristiano, coincidimos. No debe una obra de arte, aunque sea contemporánea, distraer del fin católico de la misma, porque todo elemento que enturbia la realidad, hace que no lleguemos a la figura de Cristo.

La religión debe educar siempre en la figura de Cristo, este es su fin último, y las hermandades no deben ensombrecer esta finalidad por ninguno de los medios posibles. Esta es mi humilde opinión, será Sevilla quién dicte sentencia.