Blog

El Amor según Triana

Jamás permitirá Triana que alguien suyo se le vaya. Y si accede, será por unos días o por unos metros. Si acaso, una hilera de casas separaba su altar joven y carpintero de Pureza y el taller de Rodrigo de Triana. ¿Quién dice que no agradeció, en silencio y recluido, que la Virgen de la Salud hubiera ido a verlo? A duras penas la vida cotidiana se ha abierto paso por el arrabal en estos meses. Como a todos nosotros, a él también le temblaban las manos antes de que las hojas robustas de la capilla se abrieran, y no precisamente por el peso de la cruz. Él también echa de menos.

¿La luz? ¿Los focos? ¿El barniz? Para los especialistas, artífices magníficos dotados del arte de borrar las huellas de los siglos. El niño no lo entiende. Ni le interesa. Parece como si sus ojos limpios hayan renovado el tapiz infranqueable del tiempo en su tez cansada e invencible. ¿Qué pensarán? ¿Quién recuperará esos días perdidos en los que tantas plegarias quedaron suspendidas en los labios infinitos del aire? La Esperanza concede, y escucha. El Santísimo Cristo de las Tres Caídas, pregunta. Nunca habla ni aconseja. Él te advierte. Y predica. Y te recuerda que está a punto de levantarse. Hoy Triana se arrodilla. Hoy Triana aprende.

Manuel Lamprea Ramírez

  • 0

  • 1

  • 2

  • 3

  • 4

  • 5

  • 6

  • 7

  • 8

  • 9

  • 10

  • 11

  • 12

  • 13

  • 14

  • 15

  • 16