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Dios Hecho Hombre, vuelve a pasear por Sevilla.

Se acerca el día, se vislumbra el momento en que Él vuelva a pisar las calles sevillanas y nos inunde con su Poder, con su Nobleza, con su Fe. Él es la imagen que nos conmueve a todos, la imagen que representa a Jesús, a Dios hecho hombre. La imagen que cuando se acerca, por el motivo que sea, agachamos la cabeza, nos da vergüenza mirarlo, no podemos mirarlo, todavía pagamos el ignominioso acto que se cometió hace dos mil años, cuando un “hermano suyo”lo vendió por treinta monedas de plata, este traidor pagó su pecado ahorcándose. Nosotros pecamos dos mil años después agachando la cabeza avergonzados por aquel acto infame.

España entera va a estar pendiente y se trasladarán a buen seguro,  muchas personas, a la capital de Andalucía para ver algo que tardará en repetirse muchísimos años.

Dos mil años después, Jesús, Dios, verá recompensado su increíble acto de amor hacia el prójimo, al ver que ese acto hizo crecer la semilla de la religión que después se llamaría cristianismo, que inculca en sus valores el amor al prójimo y que poco a poco ha ido creciendo en millones de personas, aunque hoy en día, tengamos ese amor arrinconado en una esquina de nuestro corazón.

Se trasladarán, nos trasladaremos desde toda la geografía española, para ver a la efigie que mejor representa la grandeza de ese amor al prójimo, que mejor representa a lo que somos capaces de dar si nos lo propusiéramos.

Esta salida, además de verlo caminar por las calles de Sevilla, dará ejemplo, haciendo que la  gente  deje  por unos instantes, disputas, rencillas, peleas y que se miren con respeto.

También es la salida de la Misericordia, la salida, donde el Santo padre en su Convocatoria del Año Santo, Misericordiae Vultus, el Papa Francisco ha hecho el siguiente llamamiento a todos los cristianos:

Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales…Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales.

Hagamos de esta salida del Dios hecho hombre, la verdadera conversión y que nos transformemos en lo que se espera de unos verdaderos cristianos.

Amor, amor sin concesiones, amor al prójimo sin mirar quien es ni como es, solo darle Amor.