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San Gonzalo: Historia de una Coronación

A finales de los años 60, la Hermandad de San Gonzalo hace su vida en la planta baja de lo que hoy es el almacén. Son años de 300 a 500 nazarenos.   La vida de hermandad se limita a los tres o cuatro miembros de la Junta y una docena de hermanos, sobre todo niños y jóvenes.

Eran años de familia.   Años en los que dos de ellas, las del hermano Mayor y mayordomo, exponían su cortísimo patrimonio para tener efectivo y pagar a las cuadrillas del moreno, la noche del lunes santo.   Todas las semanas se vendía lotería nacional en participaciones por los comercios del barrio.  Paquita en su frutería, la matriarca de los Ríos, la calentería junto a la plaza de Anita, un matrimonio joven con niños pequeños que la regentaba, la tienda de Domingo en la Avenida de Coria, otra familia con historia en la hermandad y el Bar Casimiro, por entonces regentado por el propio Casimiro, padre de Fernando el actual propietario.   Familias y negocios que sostenían el día a día de la Hermandad.

 

Eran años en los que padre e hijos se sentaban en sillas en la puerta del almacén, en el albero a tomar el fresco de las noches de verano tras regar la puerta, con una litrona y un plato de ensaladilla con muchos tenedores.   Dos horas antes los chiquillos empapelaban con rollos del elefante o la pajarita cortados por la mitad, los candelabros de casi cien luces del paso de misterio, enteros no cabían por los brazos,    o colocaban los baños de cinc bajo el paso, para dar humedad a las maderas, claro, ni expositores ni aires acondicionados ni humidificadores…

 

Años en los que lo mayores reunían a su alrededor  a los niños y jóvenes, y contaban las anécdotas y la historia de la fundación de la Hermandad. Eran nietos rodeando a abuelos de la gran familia de San Gonzalo.

 

Eran años en lo que una familia muy cercana a la iglesia, cada vez que se trabajaba en montajes de cultos siempre tenían la botella de butano, la aguja y el hilo, un planchado rápido y para colmo uno de sus hijos en las misas hacia de monaguillo.

 

Eran años en que cuando había que juntar brazos, pies, voces y asistencia, se convocaba a los patriarca de las familias grandes del barrio, que para colmo eran hermano y hermana casados con hermana y hermano.  Siempre estaban, eran tantos…

 

Años difíciles, muy difíciles en los que si no hubiera sido por el sentido de familia de San Gonzalo no hubiera sido posible.  Familias como las Río, Contreras, Orellana, Fernández Nuñez, Garduño, Cano, Orzaez, Puelles y Oliver, Beardo, Walls…

 

En aquellos años no había cursos de formación cristiana ni cofrade, la formación era sencilla, se hacía lo  que se veía, lo que los mayores enseñaban.  No había medios económicos, ni salones donde reunirse.

 

Juan Vizcaya fue la semilla del punto de inflexión en la vida de la Hermanad.   Juan hombre joven y con mucho carisma reunió a jóvenes de las familias de San Gonzalo, entre 14 y 20 años, y les transmitió la ilusión de ser costalero.  Corría el año 1973. Esta semilla dio vida y creó otra gran familia.

 

La cuadrilla nace en el 74 para llevar  a la Virgen de la Salud a Santa Ana y ganar el Jubileo del Año Santo. ¿Quiénes eran los costaleros? Quienes van a ser, los Beardos, los Puelles y los Oliver, los Cano,   los Garduños, los Alonso, los González Gago, los Castro, los Cadaval, los Ríos, los Troya, los Contrera…los hijos jóvenes de las familias de hermanos de la Hermandad.   Eran momentos ilusionantes, se iban haciendo cositas y la hermandad avanzaba.

 

La cuadrilla en el 76 fue un boom, en el 75 la junta no se atrevió, aunque «los niños podían ahorrar un dinero».  Juan peleó con la Junta, era prioste, pero hasta el 76 no fue posible.   Juan fue un mito, con mayúsculas, solo salió un lunes Santo, truncado por la lluvia y nunca llegó a realizar la estación de penitencia como capataz a la SI Catedral.

 

La cofradía se refugió en la O, y ese noviembre falleció.  Aquello unió a la cuadrilla al punto que se creó otra gran familia más, al punto de que la cuadrilla fue el semillero de cofrades y juntas de gobierno que vendrían después, porque claro,  las familias de la Hermandad estaban presentes en la cuadrilla.

 

Vino la Gestora de cruel recuerdo, merecería otro capítulo.  Pero hay que recordar a un Hermano Mayor, gran Hermano Mayor, que no se mereció vivir las Gestora, Eustaquio Martin.   La Hermandad perdió la oportunidad de vivir unos grandes años con este hermano a su cabeza, estuvo poco más de un año en el cargo.

 

Aparece Alfredo Flores tras la Gestora, pieza importantísima para reconciliar a la hermandad. Se retoma la vida y a las familias como pieza fundamental.   ¿En quién se apoyó para su labor conciliadora?:   En las familias de San Gonzalo, como no. Fueron años de atraer y acoger a los hermanos que se alejaron y se dividieron, y lo consiguió.

 

Posteriormente aparece en escena Pepe Ibáñez, hombre de acciones y no palabras.   Da forma a la hermandad. Iguala a los hermanos a la hora de la vida de hermandad y no hay privilegios.   En los años sucesivos se vive una hermandad de familias,  se compra el almacén sin el vecino de la planta superior y se compra lo que hoy es la casa. Todo ello con la inestimable colaboración de Antonio Guerrero, propietario de Mariscos Emilio y hermano de la hermandad. Se contrae con él una deuda económica que se paga como se podía.

 

Pero había que construir-remodelar el almacén y la casa.  ¿Quién realizó el proyecto?  Las familias de la hermandad, otra vez:  los Puelles, los Oliver, los Cordero, los Falcón,…

Una vez la casa construida en 1992, nos encontramos con unas muy buenas instalaciones, las mejores,  pues no habíamos tenido nunca nada, y se plantea el siguiente reto: llenarla de vida.

 

En definitiva, San Gonzalo ha sido siempre una Hermandad de barrio, erigida por jóvenes, y sustentada en un barrio muy humilde.  Construida por familias, como la parroquia, que se entregó incompleta y la terminaron esas familias con sus manos.

 

Una hermandad de barrio, para el barrio y por el barrio, donde los niños iban a jugar mientras sus padres vivian la fe en ella, solo como en Sevilla se sabe hacer.

 

Esta es la historia de una hermandad, de unas personas que hicieron realidad un sueño, el de todo un barrio que hoy ve como realidad la coronación de Nuestra Señora de la Salud. Fruto de todos aquellos que dejaron huella con su dedicación y vida al servicio siempre de un Barrio,  al servicio de un sentimiento, SAN GONZALO.