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¿Dónde está el enemigo de la Iglesia, fuera o dentro?

Acabo de leer un artículo en Pasión de Sevilla y no salgo de mi asombro. Aparte de craso desconocimiento histórico y jurídico, habría que recordarle a este señor que si alguna vez en la historia de la Iglesia de España los actos de culto y manifestaciones religiosas fuera del templo han tenido sentido, hoy más que nunca.

Vivimos en una sociedad ferozmente materialista e individualista; para muchas personas estas manifestaciones serán seguro no sólo el único encuentro con la religión católica, sino incluso con la trascendencia.
Vivimos es una sociedad culturalmente amenazada por sectores que pretenden desconstruir los valores cristianos que han derivado en la consideración de la persona humana como un valor fundamental y en una ética de mínimos de los derechos humanos, para implantar una teocracia islámica o una dictadura oligárquica en la que primen los principios económicos o los privilegios de algunos.

Ante ello, es necesario que los cristianos nos echemos a la calle reivindicando nuestros valores y nuestra concepción de la sociedad a nuestra manera: exhibiendo ante nuestra sociedad los signos de nuestra fe.
Todo ello va avalado por los derechos humanos y constitucionales: derecho a la vivencia de la propia fe y derecho a la manifestación pública. Las autoridades siempre deben estar al servicio del cuerpo social y nunca deben poner cortapisas al ejercicio de estos derechos.

En cuanto al Consejo de Cofradías, le recuerdo que es «consejo». No tiene ninguna capacidad ejecutiva. La única autoridad competente en este caso es el Ordinario de Lugar, a través del derecho general y del derecho particular de la Iglesia, que debe siempre respetar el derecho de asociación.

Es un hecho antropológico reconocido que precisamente estas manifestaciones religiosas en nuestra tierra son el más eficaz freno al feroz laicismo que corroe a la sociedad española y europea. Y si no, dense un paseíto por las iglesias de aquellas regiones que, en aras de un falso purismo, las eliminaron hace décadas. El panorama no puede ser más distinto ni más desolador, por ejemplo el caso de Barcelona.

Ya basta de ese falso buenismo contemporizador que no es otra cosa que índice de hipocresía y cobardía. Hay que ser claros y contundentes desde el respeto, claro está. El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge desparrama.

 

(Fotografía Daniel Ternero)