Blog

¿Qué le hace ser tan fuerte?

Era muy de mañana, las siete para ser exactos. El día tornaba lluvioso, gris y oscuro. La plaza estaba sola, mojada y con una alfombra de las hojas caídas que tapizaban casi toda la extensión de la plaza, el viento azotaba sin piedad, pero yo no notaba nada, no tenía frío, no sentía la lluvia, solo oía su llamada y mi deseo de verlo acrecentaba mis ganas de entrar.

Poco a poco los minutos iban pasando, lentamente, como una letanía. Hombres sin nombres se fueron acercando a la puerta, diciéndose buenos días y dándose la bienvenida al año nuevo. La puerta que da acceso a Él,  puntual se abrió a las ocho, dando entrada a las siete personas que allí estábamos congregados y en un silencio sepulcral, entramos para sentarnos cada uno en un banco, en un sitio, que nos diese, ese algo de intimidad que se necesita, para hablar con Él. Al retirar el esparto de la puerta, una fuerza me inundó, bajándome cualquier atisbo de soberbia que pudiese llevar encima.

Al entrar, me quedé parado, mirándolo, desde lejos, como todos los que entraban hacían. Al encontrarme con su mirada, baje la mía y lentamente, con la cabeza agachada me acerque al banco y me senté. Allí comprendí su grandeza y, como otro año más, entablé conversación con El. Allí le pregunté por mis seres queridos que ya no están a mi lado. Durante bastante rato, le hice mención de todos mis pequeñísimos problemas y le dije que si pudiese, que me solucionase alguno. Se que algún momento, como ha hecho hasta ahora, me ayudará y me solucionará los problemas.

Pero más allá de todo eso, ¿qué es lo que hace que una figura destile tal magnitud de magnificencia hacia las personas? Todos, cuando lo vemos, agachamos y bajamos la cabeza. En primavera, cuando sale a la calle a redimirnos, lo vemos venir, pero cuando esta cerca de nosotros, agachamos la cabeza. Hay algo en Él que nos obliga a bajarla. No nos sentimos con fuerza para mantener la mirada en alto, su fuerza, su andar, sus manos, nos “castiga” y parece que nos avergonzamos por haberlo crucificado y ese remordimiento lo tenemos dos mil años después. Sin duda alguna, es la imagen con más fuerza y magnitud.

Es el Gran Poder