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No hay miedo contigo

Jueves, 12 de noviembre
En medio de todo el estrépito general que constituye la agudización del fenómeno cofrade más prosaico y superficial, y la supuesta decaída de los actos religiosos más puristas y profundos, Irrumpe sin consultar. Aunque se le espera desde hace tiempo, siempre Aparece. Siempre en el silencio, siempre su nombre en los labios del piadoso y en los labios del que ruega una cura para su nieto sin solicitar previa cita médica. Su nombre se pronuncia sin estridencias y, paradójicamente, es contradictorio, si tenemos en cuenta la inabarcable inmensidad del mismo.

Paseando por las orillas del otoño, arriba mi mente en el bronce que honra la memoria del discípulo de la madera. Esta ciudad, amiga inherente del rumor e innata en las habladurías, recibe la buena nueva. El Señor del Gran Poder saldrá en procesión, D.m, el próximo 5 de noviembre de 2016 para culminar el Jubileo de la Misericordia anunciado por el Santo Padre hace escasas fechas. La efigie del pueblo llevará a las calles el mensaje evangelizador en nombre de la Misericordia.

Viernes, 13 de noviembre
La superstición de la cultura anglosajona, y en gran medida de la occidental, considera este día como el de la mala suerte, pero nunca se imaginó una situación de extremo infortunio. La noche de ayer quedará registrada en los anales de la historia negra del mundo. Una cadena de premeditados atentados siembra el pánico y el terror en la ciudad de la luz. Resultado: más de 120 fallecidos y casi 200 heridos, de los cuales 99 permanecen en estado grave. Se inscriben como los sucesos terroristas más trascendentales y significativos desde el 11-M en Atocha. Personalidades de todos los ámbitos (políticos, famosos, deportistas) muestran sus condolencias y afectos, y el mundo de la información (salvo diversas cadenas privadas que consideran primordial su programación anodina y banal) se vuelca con la tragedia. Leyendo soportes informativos digitales, me sorprende una caricatura que eleva la máxima definición de la barbarie humana. “No maten más, por Dios. Y especialmente… ¡no maten más por Dios!” José Saramago decía que matar en nombre de Dios es hacer de Dios un asesino. Una versión ultraortodoxa del islam, y que por ello no debe acudirse a la generalización. El terror no tiene religión. La única forma eficaz de combatir estas circunstancias es, desgraciadamente, aplicar la fuerza y la violencia. Y, tan solo, para conseguir un simple remanso de paz en este mundo que ve perpetrados sus valores y su entereza.

Hoy
Rozan las manecillas del reloj las dos y cuarto de la tarde cuando termino estas líneas. La niebla del terror sigue sin levantar el vuelo dentro de mi cabeza. Ya no hay lugar para políticas prestidigitadoras ni ocasión para la búsqueda de prosélitos. Todos debemos unirnos en esta lucha contra el terrorismo, que viene a ser la más baja cota de la capacidad de raciocinio humano, y que alcanza ya escalas mundiales. Pero, por Dios, nada en Su nombre.

Mañana
Aparto suavemente la negra colgadura que nos separa. Es inevitable la sensación de mansa autoridad y abnegado poderío cuando alzo la vista. Aprensión cuando te miro, respeto cuando camino. Tú atento siempre a todo lo que ocurre. A todo aquel que se te acerca. Al que no está porque ya está contigo. Asciendo las escaleras más concurridas y que más secretos guardan de toda Sevilla. Te busco porque te necesito, te siento porque en cierta medida, te quiero. Traigo una oración temblorosa suspendida en este beso. Dios mío, no sé donde estaremos mañana, y si mañana seremos nosotros los desgraciados. Pero, si así tiene que ser, solo pido que nos sorprenda cogidos de tu mano y aferrados a tu Poder, el más Grande que esta Tierra jamás ha conocido.