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Un primer lunes revestido de Domingo

Faltaron los capirotes azules y las palmas rondando por la escuela. La Hermandad de la Borriquita dejó constancia de que la naturalidad propia de los niños que tanta importancia tienen para esta Hermandad puede casar perfectamente con este piadoso acto que se realiza cada primer lunes de Cuaresma.

A las cinco de la tarde con un sol que más quisiéramos para la Semana Grande, se disponía por primera vez en sus casi 70 años de historia, a trasladar al Señor de la Entrada en Jerusalén hacia la Catedral de nuestra ciudad para presidir el Vía-Crucis de la Unión de Hermandades, entre los hermanos, se respiraba emoción por el histórico momento que estaban viviendo.

Unos traslados, que estuvieron cargados de momentos para el recuerdo, como la visita del Señor al Convento de Santa Ángela o la entrada en San Marcos, donde radica la Hermandad hermana de la Cena, la cual dispuso al Señor de la Sagrada Cena a los pies del altar para recibir a Cristo a lomos de un burro.

Ya en la Catedral, dispuesto para presidir el acto central, el solemne Vía-Crucis de las Hermandades, la cofradía hizo de nuevo gala de la juventud que atesora entre sus filas, con la lectura de una de las estaciones por parte de una pequeña cofrade de la Hermandad, gesto entrañable que no hace más que confirmarnos que ellos son el presente y no el futuro.

El acompañamiento musical durante los traslados corrió a cargo de la Capilla Musical “Sonos Angeli” de Jerez de la Frontera, el Ensemble “Stella Maris” de Cádiz y un quinteto de metales de la Agrupación Musical “La Clemencia” de Jerez de la Frontera mientras que durante el acto del Vía-Crucis, fue la Coro Capilla Catedralicia de la mano de Ángel Hortas.

Cuando el reloj marcaba casi las doce de la noche, se dio por finalizada esta jornada que quedará para los anales de la historia de la Hermandad lasaliana y que sirvió para demostrar que Jerez puede rezar y llenar la Catedral un lunes de Cuaresma y que, a pesar de ser un acto piadoso, se puede llevar con la alegría y la naturalidad de un niño.

Santiago Bellido Rondán

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